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Fausto Luchetti: 'Jamás imaginé que mi relación con el COI acabaría con un trato tan despreciable hacia mi persona'

Fausto Luchetti: "Jamás imaginé que mi relación con el COI acabaría con un trato tan despreciable hacia mi persona"

Entrevista a Fausto Luchetti, ex director ejecutivo del Consejo Oleícola Internacional (COI)

Por Cristina Revenga Palacios
jueves 27 de julio de 2017, 12:30h

Mercacei Magazine recibió a Fausto Luchetti, director ejecutivo del Consejo Oleícola Internacional (COI) entre 1987 y 2002, para analizar el largo proceso judicial contra su persona y varios de sus colaboradores por presuntas irregularidades en la gestión de este organismo, así como sus logros al frente de esta organización. Absuelto del delito continuado de apropiación indebida y estafa, Luchetti defiende su actividad desarrollada en el COI y subraya, conforme a las motivaciones de la sentencia de absolución, que el proceso judicial, cuya instrucción se ha prolongado durante 13 años, se ha basado en "falsedades, conjeturas, hipótesis y especulaciones sin ninguna prueba", y le ha supuesto un importante daño moral. Publicamos un extracto de la entrevista en exclusiva concedida a Mercacei Magazine nº92.

Al frente del COI apostó por que este organismo adquiriera un papel determinante en el desarrollo de la calidad y el consumo de aceite de oliva en el mundo. ¿Considera que se sigue haciendo una destacada labor en ese sentido?

Lamento mucho que se haya abandonado esta actividad. Ha sido fundamental la investigación científica para apoyar la información y educación que promovíamos desde el COI dirigida a los potenciales consumidores sobre las propiedades nutricionales del aceite de oliva.

Creo que el mercado actual se beneficia de la investigación científica que se llevó a cabo en aquel tiempo en el que contaba con un equipo extraordinario liderado por el profesor e investigador Francisco Grande Covián, coordinador del grupo de científicos que examinaba todas las propuestas de nuestros investigadores.

Le puedo decir los logros que alcanzamos nosotros; las cifras de hoy en día no me parecen muy distantes de las que yo dejé en 2002. Por poner un ejemplo: el mecanismo del almacenamiento privado, que se activaba ante una grave perturbación de mercado, no solucionaba el problema, sino que lo retrasaba y además le costaba a la Unión Europea cerca de 35 millones de euros por cada 100.000 toneladas durante un año, mientras que exportar 240.000 toneladas más cada año le permitía a Bruselas ahorrarse 85 millones de euros frente a los cinco millones que destinaba a la promoción.

Franco Milano, director general adjunto de Agricultura de la Comisión Europea y presidente del COI entre los años 2000 y 2001, envió una carta al comisario de Agricultura de aquella época, Franz Fischler, en la que destacaba que durante este período había podido constatar cómo la labor del COI, estando al frente Fausto Luchetti, había permitido a la organización adquirir una imagen de prestigio internacional y que su actividad favorecía que Bruselas se ahorrara un importe muy significativo debido al incremento de las exportaciones.

Ampliar el mercado, mejorar la imagen de la calidad, investigar y establecer unas reglas para la comercialización del producto hacen que los resultados hablen por si mismos.

Posteriormente, se ha mantenido la cooperación técnica, pero la promoción se ha reducido drásticamente y la eficacia no es evidente.

¿En qué momento dejó de ser director ejecutivo de este organismo? ¿Cuál fue el motivo y qué circunstancias se dieron para que la Comisión Europea le reclamara en Bruselas?

Mientras se enviaba esa carta en 2001 al comisario Fischler, algunos altos funcionarios de la Comisión me habían puesto bajo auditoría y ya estaban buscando un pretexto para que me fuera. Todo empezó cuando el poderoso lobby de las oleaginosas comenzó a manifestar molestias por la promoción que se hacía en el sector del aceite de oliva. De hecho, el Ministro de Agricultura del Gobierno danés encargó un estudio para demostrar que el aceite de colza era igual de bueno que el de oliva, pero además mucho más barato.

El 19 de diciembre de 2002, los miembros del COI reunidos en una sesión extraordinaria me forzaron a presentar mi dimisión por presuntas irregularidades en la gestión de este organismo, como consecuencia de una auditoría realizada dentro de la organización. Todo sucedió muy precipitadamente; las cosas habían cambiado radicalmente. Sabía que se habían llevado a cabo auditorías y que estaban buscando un motivo para que abandonara mi puesto en el Consejo Oleícola Internacional. De hecho, Bruselas controlaba anualmente las cuentas del organismo, en particular tres o cuatro veces al año, por eso yo estaba seguro y tranquilo, ya que me interesaba que estuvieran en orden para poder continuar con la actividad de promoción.

No obstante, comprendí que el clima había cambiado y desde Bruselas reclamaron mi reincorporación y me informaron de que ya no era oportuno aportar más dinero extra al COI porque todo lo que se había puesto en marcha era muy eficaz y había sido suficiente. El asunto había pasado a manos de los países del norte de la UE y apoyado por el poderoso lobby de las oleaginosas.

Casi dos años después, el COI me interpuso una denuncia por presuntas irregularidades en la gestión del presupuesto de este organismo.

¿Cuándo y por qué comenzó el proceso judicial?

El proceso judicial comenzó en 2004 y las actas fueron remitidas a la justicia española que decidió abrir un procedimiento en mi contra, en concreto, a la fiscalía, que a principios de ese año me llamó y trasladó el dossier al juez instructor, que comenzó la investigación. El juez instructor, después de 13 años de investigación, eliminó toda una serie de acusaciones sobre la gestión de los presupuestos del COI, y concluyó limitando la acusación a la vivienda, ya que me beneficiaba de una subvención -que Bruselas pidió que se me otorgará en 1991- y a los billetes de avión; tenía derecho a viajar en primera clase y decían que viajaba en turista para lucrarme de la diferencia de precio entre ambos billetes. Se trataba de afirmaciones sin fundamento, y por lo tanto falsas, sin ninguna prueba. Por el contrario, yo presenté, al haberlas conservado, mis tarjetas de embarque de primera clase de todos los vuelos intercontinentales.

Además, tenía un buen sueldo que se equiparó con el que contaba como funcionario en la Comisión, tal y como estaba previsto en el estatuto comunitario para aquellos funcionarios destacados en el interés del servicio.

Finalmente, llegamos al tribunal de la Audiencia Provincial de Madrid, que concluyó que la calificación de los hechos, formulada por la acusación particular del COI, se basaba en meras sospechas o conjeturas, sin que se hayan concretado y demostrado conductas penalmente típicas, habiendo constituido todo un relato de supuestas irregularidades basadas en meras presunciones. Todo el proceso ha estado basado en acusaciones falsas, conjeturas, hipótesis y especulaciones sin ninguna prueba. De hecho, al principio no quería un abogado porque sabia que no tenía que defenderme de nada.

Estaban desesperados por buscar un motivo verdadero y me acusaban genéricamente de mala gestión. He sentido mucha rabia por estas acusaciones sin fundamento. Además, nunca se ha visto en un procedimiento una dilación indebida tan larga.

Este proceso me ha supuesto un daño moral importante, con gastos materiales significativos. Jamás imaginé que mi relación con el COI acabaría con un trato tan despreciable hacia mi persona.

Puedes leer la entrevista completa en Mercacei Magazine nº92.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta entrevista y sus fotografías.