Flexitarianos

Si buscas el hashtag #kale en instagram, descubrirás que se ha utilizado en más de 3,8 millones de publicaciones -¡y sube por minutos!-. Si haces el mismo experimento con #aove verás que tan sólo se ha utilizado en 176.000 posts. Y, queridos amigos, en la guerra de los hashtags, el número es importante. Alguien debería inventar los #aoveshots (chupitos de AOVE) o las #aovetrends (tendencias del virgen extra) y darle un poco de glamour a este sector porque, por mucho que nos empeñemos algunos, no logramos salir airosos en la batalla del postureo y, hoy en día, las compras a base de click se hacen en gran medida gracias a estas almohadillas delante del nombre de un producto. Para muestra un botón: en Estados Unidos, una empresa puede pagar a una celebrity con muchos seguidores en Instagram desde 5.000 hasta 25.000 dólares solo por una mención en un hashtag. Aunque, según agencias de publicidad en la Unión Americana, hay compañías que llegan a pagar de 100.000 a 300.000 dólares por una simple mención, por ejemplo, de la modelo y empresaria estadounidense Kylie Jenner (sí, la pequeña de las Kardashian). ¡Podía haberle dado por el AOVE!

Lo cierto es que mientras en otros países se pelean por ofrecer sumas ingentes de dinero por menciones en RRSS, aquí vivimos todavía enfrascados en la batalla por el campo. Siguen las movilizaciones y las exigencias al Gobierno de que apoye unos precios justos para los productos agrícolas. Nos hemos quedado en el primer eslabón de la cadena y, si ese no funciona bien, el resto se van deslavazando. En un estudio publicado recientemente por el diario El Mundo aseguraban que “cuatro cooperativas de Países Bajos facturan como las 3.500 españolas juntas; ninguna española está entre las primeras 50 europeas”. Achacan esta situación a la falta de cohesión que existe en nuestro país con “cientos de pueblos pequeños con varios vecinos que producen aceite casi puerta con puerta; cada uno tiene su almazara, su propio tractor y su maquinaria; hacen la vendimia por separado, cada uno con sus recursos, y luego tratan de vender el aceite de manera individual”. Frente a esta dispersión, destacan el caso de Holanda, un país que, para la mayoría de las fuentes consultadas, es un ejemplo de organización en el campo. Hay pocas cooperativas, pero grandes, y facturan como todas las españolas juntas.

Quizás sea un buen momento para reflexionar -no sólo desde abajo, sino desde todos los eslabones de la cadena- y unirnos. Tenemos un gran defecto y es que olvidamos rápido, pero en este caso deberíamos recordar que la agricultura fue, hasta la década de 1960, el soporte principal de la economía española. No tentemos a la suerte, que la historia siempre está empeñada en repetirse.

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