El valor saludable del AOVE a nivel científico ha sido ampliamente demostrado gracias a los resultados derivados de proyectos tales como Predimed y Cordioprev. Ahora, es el momento de transmitirlo a la ciudadanía para fomentar su consumo, y los argumentos son contundentes. De hecho, no hay muchos alimentos que puedan presumir como el aceite de oliva virgen extra de una composición química que se puede relacionar con cuatro declaraciones saludables recogidas en el Reglamento Europeo 432/2012. Estas declaraciones, asociadas a un consumo habitual, se deben a la presencia de ácidos grasos monoinsaturados, fitoesteroles, vitamina E y compuestos fenólicos.
Es importante resaltar que hablar de fenoles en aceite de oliva es hablar de AOVE. Existe una conexión directa entre la presencia de estos compuestos bioactivos y la calidad del producto final. Así, está ampliamente estudiado que el procesado de fruto sano con las máximas condiciones de higiene constituye la base para obtener aceite de oliva virgen extra enriquecido en fenoles.
A pesar de su potencial saludable, en volumen, el consumo de AOVE en los hogares españoles es aún inferior (25,8%) que el de aceite de oliva como tal (34,4%) o el de aceite de girasol (31,0%), según se recoge en el “Informe del Consumo Alimentario en España” correspondiente a 2019 y presentado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Estas cuotas relativas se pueden transformar en cuotas absolutas en consumo per cápita expresadas en litros. En este sentido, en el año 2019 los ciudadanos españoles consumieron por habitante 3 litros de AOVE frente a los 4,01 y 3,61 litros de aceite de oliva y de girasol, respectivamente. Por tanto, aún queda mucho margen de consumo de aceite de oliva virgen extra al año para adoptar su ingesta como un hábito diario que permita beneficiarse a largo plazo de los efectos saludables asociados a los fenoles.
Una estrategia futura para el fomento del consumo de AOVE es la regulación del etiquetado con el fin de que puedan incluirse sus declaraciones saludables. Esta estrategia puede ser un paso adelante para que el valor saludable del aceite de oliva virgen extra sea por fin reconocido y se pueda catalogar a este producto de manera contundente como superalimento en el siglo XXI. De esta forma, los ciudadanos tendrán más razones si cabe para aumentar el consumo de AOVE.