Dicho esto, en los últimos tiempos ha entrado en el juego una nueva variable que, a la postre, está resultando crucial en la decisión. Es la escasez de la mano de obra en el campo, un nuevo factor que ha inclinado definitivamente la balanza de las nuevas plantaciones hacia el olivar en seto, al ser el único sistema con mecanización integral de la recolección.
Diferentes centros de I+D -universidades, institutos y organismos autonómicos y nacionales- y empresas pioneras están logrando importantísimos avances en el desarrollo del seto. Pongámosle nombre: Universidades de Córdoba, Sevilla o Jaén; IFAPA, CTAEX, IRTA o CSIC; y empresas como Agromillora, Todolivo, AGR o Balam Agriculture. Todos ellos han hecho de España la vanguardia absoluta del olivar en seto y de sus trabajos surge la constante innovación.
Sin embargo, en nuestra opinión todavía existen multitud de incógnitas por desvelar y para ello será necesario reforzar la experimentación y el establecimiento de una sólida red de ensayos de campo. Si bien es cierto que se ha avanzado mucho en los últimos años, también lo es que queda mucho, muchísimo partido por jugar.
Así, superada ya la limitación de las variedades “clásicas” de bajo vigor adaptadas al seto tales como arbequina y arbosana, existen ya otras nuevas adaptadas a este sistema como sikitita o lecciana, entre otras. Pero, ¿podríamos adaptar otras variedades muy apreciadas como hojiblanca o manzanilla sevillana al seto mediante marcos adecuados y poda específica? ¿Cuáles son las variedades más adaptadas al secano y, en general, a la escasez de agua? ¿Hasta qué punto otros factores distintos a los puramente agronómicos, como la potencia sensorial, el contenido en fenoles y oleico o la estabilidad oxidativa, pueden determinar nuestra elección varietal?
Un tercer punto que se antoja fundamental es la poda. ¿Debemos formar y dirigir la estructura del árbol en el primer y segundo año desde su plantación? ¿Despuntamos o no lo hacemos? Y en caso afirmativo, ¿cuándo lo hacemos y a qué altura? ¿Hasta qué punto debemos utilizar la poda mecanizada lateral? ¿Es siempre necesario el topping?
¿Hasta cuándo hay que dejar que el árbol se forme libremente, eliminando las ramas perpendiculares a la línea? ¿Cuál es la densidad foliar óptima? Son muchas las cuestiones a resolver y cabría preguntarse si todas ellas están de nuevo condicionadas por la variedad.
También será decisivo en el futuro realizar un esfuerzo para incrementar los niveles de sostenibilidad ambiental del cultivo del olivo. ¿Es sostenible el sistema de formación en seto en cultivo ecológico? ¿Es necesario utilizar un cultivo convencional en los primeros años de una plantación en seto antes de implantar el cultivo ecológico? ¿Cuál es el impacto ambiental, por kilo de aceite producido, de un olivar en seto ecológico? ¿Qué sabemos respecto al secuestro de carbono según los distintos sistemas de cultivo? Y, relacionado con todo ello, ¿está el olivar moderno bien adaptado a los embates del cambio climático? ¿Debe ser la adaptación a un clima cambiante la mayor prioridad de la innovación en el olivar del futuro?
Y, por último, no podemos olvidarnos de la digitalización y el uso de sensores, cada vez más extendidos en la agricultura ¿Qué puede ofrecer al olivicultor de hoy? ¿De qué manera puede ayudar a reducir costes y a minimizar el impacto ambiental del cultivo? ¿Qué técnicas son más apropiadas: sensores en tierra, drones, imágenes satelitales…?
Todas estas variables, junto a otras, marcarán la producción acumulada de aceite, la vida útil de la plantación y los costes de cultivo. Estos tres factores decidirán la cuenta de explotación.
El conocimiento de la olivicultura del futuro está creciendo en estos años cruciales y la investigación y colaboración entre agricultores, empresas y centros será fundamental. Pero es evidente que para responder de forma consistente a las preguntas antes formuladas hace falta tiempo. El olivar es un cultivo que ha contribuido decisivamente durante siglos a sostener el modo de vida mediterráneo. No se puede pretender adoptar estrategias de manejo y nuevas variedades de olivo sin una experimentación que dure un mínimo de 8-10 años.
Es más que probable que la mayoría de estas preguntas no tengan una respuesta fija e inamovible. Porque cada finca, cada suelo y cada clima son únicos, y los axiomas o las reglas fijas no existen en el campo. Pero marcar unas pautas mínimas en la toma decisiones será necesario y ayudará al agricultor a no equivocarse.
Tenemos muchas incógnitas, el libro está por escribir… es tiempo de los agrónomos del siglo XXI.