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Nankurunaisa (el tiempo lo arregla todo): una mirada optimista sobre la situación del sector oleícola

Nankurunaisa (el tiempo lo arregla todo): una mirada optimista sobre la situación del sector oleícola

Por Rafael Cárdenas
jueves 26 de marzo de 2020, 11:00h
El maldito coronavirus ha cambiado -o mejor dicho, sacudido- nuestras vidas y el sector oleícola, obviamente, no permanece ajeno a esta implacable realidad. Rafael Cárdenas, director del Centro de Excelencia de Aceite de Oliva de GEA, ha querido compartir con los lectores de Mercacei una certera y brillante reflexión a distintos niveles sobre el actual escenario mundial impuesto por el virus y sus repercusiones y consecuencias para el sector oleícola internacional.

Nankurunaisa, un término japonés que descubrí hace un par de días, quizás sea la palabra más hermosa del mundo. Su profundo significado alude a “vivir hoy por el bien del mañana”. Su versión completa es “nunca olvides quién eres y vive por hoy y por el mañana; que jamás se te olvide sonreír y, por terrible que haya sido tu día, recuerda que mañana el sol te recibirá con una gran sonrisa, haz tú lo mismo”. O, simplificando, “con el tiempo se arregla todo”. Su conocimiento me aportó luz y me hizo pensar en lo que realmente es importante ahora, que para mí es prepararse para afrontar con optimismo los acontecimientos venideros. Porque los pensamientos positivos nunca sobran, y más en períodos como éste.

Pero para afrontar con garantías estos eventos futuros, debemos hacer una reflexión profunda de lo que está pasando y de lo que puede llegar a ocurrir, y prepararnos para ello. En estas líneas, mi intención es compartir con todo el sector una reflexión propia que no deja de ser una visión personal de lo que puede ocurrir, con la esperanza de que nos ayude a salir rápidamente y fortalecidos de toda esta espiral de acontecimientos tan desastrosa humana y psicológicamente.

Para ello, a continuación expondré las conexiones a nivel macro y microeconómico de las circunstancias que vivimos en estos días, relacionándolas con nuestro sector y todo lo que ello supone, el campo, la producción, el consumo, las organizaciones y, cómo no, las personas.

Empecemos por lo grande, la macroeconomía, y avancemos por diferentes aspectos tales como la economía oleícola (macro y micro), el negocio, las empresas, las almazaras, las cooperativas, los grupos… exponiendo los diferentes escenarios que se pueden presentar en las próximas semanas y focalizando todo ello en la salida, para acabar en lo inabarcable, las personas.

Cambio en la balanza económica

A nivel macroeconómico, está claro que esta crisis supondrá un cambio en la balanza económica que se inclinará notoriamente hacia Asia. China fue la primera en caer y el origen del virus, pero ya esta levantándose. El gigante asiático ha sufrido mucho, pero su régimen de gobierno y la particular idiosincrasia de este país han permitido acelerar la puesta en marcha de las acciones necesarias para salir de la crisis. Actualmente se encuentra en la denominada “fase danza” -de la que hablaremos más adelante-. Algo que vamos a ver en las próximas semanas.
EEUU -no olvidemos su volumen de importación de aceite de oliva- está empezando a caer. La primera potencia mundial, en una respuesta chapucera e irresponsable, acusa el mismo problema que tenemos en Europa, muchos Estados y cada uno haciendo la guerra por su cuenta… El resultado es una salida más lenta y posibilidades de recaída. Los analistas prevén una recesión profunda y una gran brecha entre Estados por la gestión sanitaria.

En cuanto a la UE, ya muy tocada por culpa del Brexit, va a resultar muy dañada en su economía y en su grado de cohesión. Se está pensando en “coronabonos”, en activar el fondo de rescate, relajar las obligaciones sobre el déficit de los países miembros e idear un nuevo Plan Marshall -aquí se llamaría Plan Von der Leyen-… El problema es que, en estos momentos, no es de recibo que las medidas adoptadas sean acometidas de manera individual por cada uno de los países, una circunstancia realmente desalentadora para quienes creemos que en la unión esta la fuerza.

Cada país esta tomando las suyas propias sin tener en cuenta las adoptadas por los demás. Un grave error que, junto con el cierre unilateral de fronteras, permite atisbar un negro futuro para la Unión. De no adoptarse medidas claras y rápidas de cohesión territorial, tales como la unión en materia de política fiscal, defensa y temas sanitarios y sociales, la estabilidad de la Unión Europea, sus propios cimientos, se verán muy dañados. Quizás uno de los mayores daños que esta crisis puede hacernos a los europeos sea precisamente dejar de creer en la “visión y el ideal europeo”.

Respecto a África y Latinoamérica, aún existen muchas dudas sobre la repercusión de la crisis en estos continentes. Con una población sensiblemente inferior en edad a la europea y una temperatura media anual más alta -sobre todo en esta época-, África quizás tenga a favor una entrada más tardía del virus, sobre todo si se consigue pronto una vacuna, si bien su sistema sanitario -en algunos países casi inexistente- permite pensar que el virus tardará meses en poder acotarse. En Latinoamérica ya se están tomando medidas, pero es toda una incógnita cómo será la propagación del virus.

Por su parte, La India, con tan sólo 500 casos en un país de más de 1.300 millones de habitantes, ya ha adoptado medidas de reclusión, pero aún se habla poco de ella, aunque sería ilógico pensar que el virus no hará estragos en una población con diferencias sociales tan grandes. Sin olvidar que los datos que se manejan también suponen una duda constante. Si en España lo son ya, imagínense en el continente africano, Asia y Latinoamérica.
Todo parece indicar que la situación a corto plazo irá a peor, en los próximos días o la semana próxima es muy probable que lleguen instrucciones de cesar totalmente la actividad en sectores no alimentarios -muchos empresarios ya lo han reclamado-, de distribución o de fabricación de material sanitario. Esto se verá más agudizado si cabe por el incremento de los test rápidos previsto en los próximos días, con los que aflorarán cifras de contagios muy altas.

La Cuenca Mediterránea, una de las más afectadas
Si realizamos este análisis macroeconómico a nivel oleícola -oleomacroeconomía-, nos encontraremos que la Cuenca Mediterránea, cuna y área de la mayor producción mundial de aceite de oliva, es una de las mas afectadas, con Italia y España a la cabeza, pero con la crisis afectando también a Grecia, Marruecos o Túnez.

Quizás uno de los mayores daños que esta crisis puede hacernos a los europeos sea precisamente dejar de creer en la “visión y el ideal europeo”

Así, Italia se encuentra ya en una fase muy aguda de la crisis, con medidas de cierre de fronteras y paralizando toda actividad prácticamente desde hace semanas. España figura justo por detrás en medidas y acontecimientos, pero con incrementos realmente alarmantes, y sufriendo igualmente la parada y limitación de actividad de muchas empresas. Grecia, por su parte -que hasta la fecha registra una menor incidencia del virus-, también está adoptando medidas ante la previsión de un gran aumento del número de contagios.

En nuestro vecino Portugal las medidas están encaminadas a evitar un contagio mayor del actual, aún comedido, mientras que Marruecos se encuentra cerrando fronteras e intentando contener la propagación del letal virus. Finalmente, Túnez ya está adoptando medidas de concentración de personal sanitario y limitando las reuniones y la actividad normal diaria.

Con los grandes productores oleícolas tocados por la pandemia -en principio el cultivo no debe verse afectado en el Hemisferio Norte-, cabe preguntarse: ¿cómo va a afectar esta situación al cultivo y al negocio? ¿Cuándo se recobrará la normalidad?

El escenario actual nos habla de un momento de escasas labores, donde la tala ya está o debe estar casi terminada, de abonos y tratamientos en su mayoría hechos y el olivar entrando en una fase de espera de agua y de formación de la trama con vistas a la próxima campaña. En algunas zonas, algo más adelantadas, ya se empieza a apreciar una buena cosecha si las lluvias programadas para estos días -y la climatología- respetan el campo.

Así pues, en el Hemisferio Sur la campaña que ahora llega se prevé muy complicada, si bien su peso en la producción mundial es pequeño y se podría absorber fácilmente por el actual excedente de producción. En el Hemisferio Norte se estima una campaña -salvo graves problemas climatológicos- media-alta, a la espera de ver cómo va evolucionando la crisis en los países productores. Pero no parece descabellado pensar que, de no salir rápido de la crisis, pudiéramos tener en el total de los países productores un descenso de la producción prevista de entre 200.000-300.000 t., especialmente en países del norte de África.

¿Y el negocio?
Si nos detenemos en el negocio, convendría considerar, además de la producción, el momento actual que vive el sector. No olvidemos que hace un mes estábamos con los tractores en las autovías. Los precios siguen igual de bajos que entonces, y la PAC sigue con ese recorte previsto antes de la crisis del 14%.

¿Nada de eso ha cambiado? ¡Algo sí! El sector agrícola se percibe ahora como un pilar fundamental de los países y los gobiernos, algo que hace unas semanas no era así. Las empresas, por supuesto, se van a ver afectadas. En este sentido, habría que distinguir entre empresas del sector y almazaras y cooperativas; el análisis ha de ser distinto, ya que las circunstancias también lo son.

No parece descabellado pensar que, de no salir rápido de la crisis, pudiéramos tener en el total de los países productores un descenso de la producción prevista de entre 200.000-300.000 t.

Pensemos primero en las empresas que se dedican a dar servicio al sector agrario y oleícola en particular. Las empresas grandes poseen músculo y resistirán el envite, con ajustes claro, pero lo resistirán. Las pequeñas -de servicio, talleres de reparación, venta de equipos pequeños, abonos, etc.- lo tendrán mas complicado.

Las ventas se verán afectadas: caerán en estos ¿dos? meses y tardarán en volver a subir. Ello generará menos ingresos y la limitación de los gastos conducirá rápidamente a abrazar figuras como los ya famosos ERTES, o directamente al despido de muchos trabajadores. Los problemas de liquidez conllevarán el freno de las inversiones destinadas a mejorar procesos productivos o ampliar actividades, y esto será el día a día de las próximas semanas.

Respecto a las almazaras industriales, a estas alturas con poco personal fijo, posiblemente se verán obligadas a limitarlo aun más. No deben esperar ayudas en forma de subvenciones, ya que si antes tenían pocas, ahora tendrán menos. Y aunque posiblemente no les van a faltar avales del Estado para solicitar préstamos con objeto de mantener su actividad, este no es el camino, porque sólo traerá más endeudamiento.

En las cooperativas, al igual que en las anteriores, el personal fijo es bastante limitado, por lo que esto no supondrá una gran amenaza para sus cuentas de resultados. La gestión es distinta, y las exigencias también, y por tanto les afectará de otra forma. En mi opinión, deben enfocarse en mejorar el servicio a los socios y aportar más valor. Es tiempo de avanzar en la profesionalización de los consejos rectores y los protocolos de actuación para salir reforzados. Los grupos cooperativos aquí pueden ayudar mucho -y deben hacerlo-, enfocando su labor en el aumento de la comercialización y buscando vías de salida para el producto, pero sin olvidar dar soporte a las cooperativas.

Si somos sinceros, no es un mal momento para las almazaras y las cooperativas para detener la actividad durante unas semanas. No supone un perjuicio grande, siempre y cuando se mantenga la actividad comercial y de servicio a socios y clientes. El problema para el sector de la extracción puede venir por la caída del consumo, no sólo localmente, sino a nivel global, que supondrá una bajada de ingresos que se analizará mas adelante.

En las empresas oleícolas, como en cualquier otra, urge reflexionar sobre la situación, crear gabinetes para la gestión de la crisis y proponer un plan de acción claro para mejorar la salida del trance. En este sentido, hay que poner el foco claramente en la salida e intentar posicionarse lo mejor posible, y para ello resulta clave la contención de gastos superfluos y asegurar la liquidez, que es importante para hacer frente a nuestros compromisos de pagos a proveedores. Cumplir es necesario y obligatorio si queremos que nuestros proveedores cumplan con nosotros cuando nos hagan falta. No bajar los precios, no vender de cualquier forma, ya que es difícilmente reversible, no sirve para nada y arrastra a todo el sector.

También se antoja fundamental mantener la calma. Aprovechar el tiempo mejorando nuestras operaciones internas, preparándonos con formación, optimización de protocolos, etc., con el fin de adelantarnos lo más posible en la línea de salida a nuestros competidores. Ahora es el momento para hacer todo lo que siempre queremos hacer, pero nunca tenemos tiempo.

La Agricultura, uno de los sectores clave
Comentaba antes que no debemos olvidar el momento anterior a la crisis del virus. Los tractores estaban en las autovías y los agricultores reclamaban en los ministerios medidas para mejorar su rentabilidad, casi inexistente, todos los días. La agricultura no era prioritaria en las políticas “reales” y por eso se está convirtiendo en un sector sin rentabilidad en la parte baja de la cadena de valor.

A principios del siglo XIX, el economista inglés David Ricardo decía que “los países generan mayor riqueza cuando se especializan en producir aquello en lo que son más productivos y comercializan con ello. Incluso si un país es más productivo en todos sus productos que otro país, le interesaría producir siempre aquel en el que es más productivo comparativamente.” Sin duda, para España el aceite de oliva es uno de esos productos y no lo estamos cuidando como se merece. La industria alimentaria española es de las más punteras del mundo en términos de seguridad alimentaria, calidad y tecnología. Claramente se va a demandar esto por parte de los consumidores, y ahí es donde tenemos que apoyarnos para remontar.

En las empresas oleícolas, como en cualquier otra, urge reflexionar sobre la situación, crear gabinetes para la gestión de la crisis y proponer un plan de acción claro para mejorar la salida del trance

Pero esta perspectiva está cambiando en la mente de todos. Es curioso como las circunstancias nos hacen cambiar nuestras percepciones, nuestros pensamientos y prioridades. Decía Ortega y Gasset “yo soy yo y mi circunstancia”, y tenía razón. En estos momentos tan complicados, la agricultura, junto con la sanidad y la educación, se está situando como uno de los sectores clave en la estrategia geopolítica de cualquier Estado. Asegurar la alimentación de proximidad en momentos de crisis siempre fue una obligación para los países, pero en las últimas décadas, con la globalización, había dejado de serlo… hasta ahora.

Ello, unido a la gran solidaridad que muestran las personas del campo hacia los demás, a esa forma de ser propia de la gente de pueblo, tranquila, pausada, creo que posiciona a los agricultores en la mente de todos en otro lugar distinto al de hace unos meses, en otra posición dentro de la escala de valores y necesidades.

Maslow ya colocó las necesidades fisiológicas en la base, la alimentación es una de ellas y debe formar parte de las prioridades en las políticas de cada país y, por supuesto, del gobierno comunitario en este caso.

Tres escenarios

Llegados a este punto de la reflexión, no estaría de más identificar los diferentes escenarios con los que nos podemos encontrar y tratar de establecer qué podría ocurrir en cada uno de ellos, sin duda una labor muy temeraria teniendo en cuenta que la situación cambia casi cada hora, pero necesaria para ordenar nuestro esquema mental.

Ahora mismo, Europa se encuentra en la fase denominada “martillo”, esto es, con todos los recursos públicos y privados dedicados a frenar el virus. Más tarde entraremos en la fase “danza”, donde ya están China y Corea, y en la que se toman medidas permanentes como evitar las grandes reuniones, diagnósticos rápidos y confinamientos selectivos, lograr distanciamiento social, etc… medidas que afectarán profundamente a nuestra industria más potente, el turismo -12% del PIB y 13% del empleo-. El objetivo ahora de todos los gobiernos es que el parón sea temporal para tener una recuperación en V (caída y recuperación rápida). Pero lo más probable es que sea en U (caída, estancamiento y recuperación), y también podría ser en L (caída y estancamiento). Analicemos las tres posibilidades.

Escenario V: Pandemia controlada en abril y vuelta a la actividad normal a primeros de mayo. Este escenario V es el menos probable desde mi punto de vista, pero aún así conviene analizarlo. En caso de producirse, obviamente el sector volvería a la actividad por completo, siendo menores los daños causados por la crisis en cuanto a empleo y perspectivas de producción. Los daños al consumo los analizaremos más adelante.

Escenario U: Pandemia controlada en mayo y recuperación de la actividad normal a primeros de junio. Esto significaría que la crisis se prolongaría durante más de dos meses y, junto al problema de las ventas ligadas al consumo y la exportación, conllevaría una reactivación más lenta, ya que lamentablemente muchas pequeñas empresas se quedarían en el camino. También se vería algo afectada la campaña pero no demasiado, ya que en este escenario es muy probable que se limitasen las salidas por motivos laborales y ello afectaría parcialmente al trabajo en el campo, salvo excepciones que podrían venir ligadas al sector alimentario.

Escenario L: Pandemia controlada en junio y a primeros de julio se recobra la actividad normal. En este caso -también improbable-, ya se entraría en un espiral de bajada harto complicada. Detener la actividad durante tantos meses afectaría muchísimo al empleo y al poder adquisitivo de las familias. Muchas empresas desaparecerían y el ánimo de los ciudadanos para consumir bajaría considerablemente. Sería muy posible que el cultivo se viera afectado parcialmente también por falta de material y productos para el tratamiento y fertilizantes, así como por limitaciones y encarecimiento en algunos consumibles tales como combustibles, etc.

En este escenario tan duro debemos mirar hacia atrás para buscar referencias. La OIT estima a día de hoy que el desempleo que se va a generar a causa de esta crisis afectará a 25 millones de personas a nivel mundial como máximo y 8,1 millones como mínimo. Este mismo informe dice que en España, en función del tiempo que tardemos en salir de la viru-crisis, se producirán entre 240.000 y 1,4 millones de despidos (Conde-Ruiz estimaba entre 1,7 y 3,6 millones de trabajadores afectados). Cepyme estimaba los ERTES en 2-2,5 millones -los mismos que en los últimos seis años-.

Si retrocedemos en el tiempo para comprobar qué ocurrió en la anterior crisis económica en lo concerniente al poder adquisitivo de las familias y al empleo, en 2008 el paro subió -según los datos oficiales- hasta un 26,94% en 2012, rebasando los valores máximos de referencia hasta ese momento de primeros de los 90’s, establecidos en 24,55%, y de mediados de los 80’s, de 21,65%. Algo que dejó por los suelos el poder adquisitivo de las familias y, por ende, su consumo.

Si echamos un vistazo a las gráficas de consumo de aceite de oliva, también disminuyeron varios puntos en los años posteriores a la crisis. Por tanto, siendo conservadores, no podemos pensar que vaya a existir un repunte del mismo a nivel local en los próximos meses, máxime cuando los organismos gubernamentales y de la UE están augurando una entrada en la crisis de forma muy brusca, en muy poco tiempo, debido al cese repentino de la actividad, a diferencia de la anterior, cuando se produjo de forma paulatina en un periodo de más de un año y medio (2008-2010).

Si nos situamos en este escenario, con un incremento de la tasa de paro y, por tanto, un descenso del poder adquisitivo de los ciudadanos -y, consecuentemente, una bajada del consumo-; y considerando las previsiones que hablan de una campaña media-grande y una coyuntura de bajos precios ya estable desde hace mese, lo más previsible es que el precio tienda a bajar aún más, si no encontramos forma de aumentar y compensar la disminución del consumo interno con una mayor exportación a los países no productores y a los países productores que vean mermada su producción local por la crisis.

El escenario más probable a día de hoy es el U, pero no obstante es interesante contemplarlos todos, pensar en qué puede ocurrir y anticiparse.

¿Qué podrían hacer los gobiernos para mitigar los efectos de estos escenarios y favorecer la reactivación de la economía agrícola?
Desde luego, mucho. Disponen de las herramientas y lo harán -o lo intentarán al menos-. Las medidas más favorables para nuestro sector serían, entre otras, las siguientes:

  • Establecer una serie de sectores prioritarios para la recuperación económica de los países y la UE. Entre ellos debería estar claramente el agrícola y alimentario, con medidas económicas y ayudas destinadas a favorecer su rápida descompresión.
  • Reformular la PAC de forma que las subvenciones a la producción agrícola lleguen más rápidamente y en mayor cantidad a la base de la cadena (los agricultores); y que la PAC se vea favorecida claramente por las políticas de expansión de gasto que se están anunciando estos días tanto por parte del BCE como de los gobiernos de cada país.
  • Limitación de los impuestos asociados a la actividad agraria.
  • Fomento de la incorporación de la mujer y los jóvenes al sector. Nuevas personas aportan nuevas ideas, nuevas salidas, fuerza y empuje.
  • Mejora de la rentabilidad y transparencia de la cadena alimentaria.
  • Fomento del consumo de proximidad como base de la economía y desarrollo local y rural, fundamental para evitar la despoblación.
  • Mejora de las infraestructuras agrarias y de la formación en nuevas tecnologías y su aplicación al campo.
  • Incentivos fiscales para fomentar el trabajo en casa (teletrabajo).

¿Qué podemos hacer las empresas, las almazaras y las cooperativas?
Por supuesto, reflexionar, situarnos en la realidad y elaborar un plan de acción para una salida rápida y firme de la crisis, como ya se ha comentado anteriormente. Además, entre otras medidas, se deberían tener en cuenta las siguientes:

  • Activar cuanto antes una acción comercial rápida y decidida, reorientando y focalizando los canales de venta a nivel local -y si es posible a nivel internacional- en los clientes situados en aquellos países en los que se prevé una salida más rápida de la crisis; esto es, en el mercado asiático, con China a la cabeza. Es importante establecer las vías y los canales, buscar desde ya salida para el producto, de forma profesional y activa.
  • No bajar la calidad de los productos y servicios, evitando la tentación de una rentabilidad aparentemente rápida que en realidad es efímera.
  • No tirar el precio para competir, porque estaríamos peor que en el punto anterior y ante un gran problema de sostenibilidad del negocio.
  • Mejorar las operaciones internas, los procesos y, por tanto, la satisfacción de los clientes.
  • Tener en cuenta la motivación del cliente interno de la empresa, darle poder y confiar en él.

Y para finalizar, lo más importante: las personas
Debemos entender que lo que hace que una organización funcione -ya sea una empresa, una almazara o una cooperativa- no son las máquinas, ni las infraestructuras, ni la energía eléctrica. Son las personas, nuestro equipo humano, el activo más importante que tenemos y que debemos cuidar, sobre todo en momentos de dificultad como el actual. Recuerda: cuídalos y ellos te cuidarán a ti y tu negocio de igual modo.

Las empresas y sus responsables debemos estar a la altura y cumplir nuestros compromisos en relación con nuestros compañeros y empleados, lo que en momentos delicados como el que vivimos conlleva ser flexible y tolerante, así como tener en cuenta todo lo que pueda ayudar a sobrellevar mejor estos momentos, con el fin de salir con fuerza y empuje de esta presión. En este sentido, el teletrabajo puede ser más que una solución provisional: una gran oportunidad para conciliar y mejorar la satisfacción y motivación de nuestro personal, de modo que… ¡aprovechémoslo!

Tras unos primeros días de letargo, sorpresa, incredulidad y sobreexposición, ¡espabilemos! ¡Busquemos luz en nuestro interior y en las personas que nos rodean y nos inspiran!

La figura del gerente o manager, junto con la incorporación de la mujer en los puestos de decisión y el aseguramiento de la trazabilidad y seguridad alimentaria, son algunas de las claves de las empresas que lograrán salir fortalecidas de la situación actual

Es momento para sentarse a hablar sobre la situación de forma clara y bidireccional, para comunicar de forma transparente, evaluar las fortalezas y las amenazas y adoptar medidas que sean favorables para todos, posiblemente drásticas, pero enfocadas a la recuperación de la actividad sin dejar de lado la formación y mejora de las aptitudes para el trabajo.

Reflexionar sobre lo anterior resulta forzoso, y es aquí donde la figura del mánager y del gerente -de la que tanto adolece este sector- se antoja fundamental. Son las personas las que planifican y hacen que las cosas sucedan, son necesarias y deben tener poder y potestad, al igual que se les debe exigir responsabilidades sobre los efectos de sus decisiones.

Peter Drucker, considerado el padre del management, estableció en The Practice of Management (1954) que la función de los managers y los gerentes es “hacer que las cosas se hagan”. El sector oleícola necesita ahora más que nunca la figura de estos gerentes y managers que tengan en cuenta a su personal, las circunstancias de cada empresa, almazara o cooperativa, a sus clientes -tanto internos, como externos-, a la propiedad… y que establezcan políticas claras de funcionamiento y planes de acción para liderar a sus empresas y grupos hacia la salida de la crisis en las mejores condiciones posibles.

Esta figura, junto con la incorporación de la mujer -y su punto de vista diferente y complementario- en los puestos de decisión, y el aseguramiento de la trazabilidad y seguridad alimentaria, serán algunas de las claves de las empresas que lograrán salir fortalecidas de la situación actual.

Nankurunaisa
Pero volvamos al término que da título a este artículo. Como decíamos al principio, la palabra nankurunaisa admite múltiples interpretaciones: “lo importante es la salud” “mientras hay vida, hay esperanza” o “de cualquier forma todo mejorará”.

Muchas personas lo entienden como la esperanza, esto es, el sentimiento de que todo puede mejorar, algo que proporciona una fuerza tremenda para afrontar lo que tenemos entre manos y lo que está por venir, conseguir el éxito y superar las adversidades. De no ser así, de no tener esta confianza en la creencia de que todo puede prosperar, lo más probable es que desistiéramos de los proyectos en cuanto se presentase el primer contratiempo.

El sector agrícola tiene nankurunaisa en el ADN, pensad en ello. Y con este pensamiento somos capaces de reunir las fuerzas que necesitamos para enfrentar estas dificultades en un momento como el actual, en el que parece que todo se hunde irremisiblemente y no seremos capaces de superarlo. Recuerdo la metáfora del caparazón de la langosta… los tiempos de adversidad, bien aprovechados, también son propicios para el crecimiento de las personas y, por tanto, de la sociedad.

El olivar, nuestras gentes, son pura nankurunaisa. Toca confiar en que el paso del tiempo nos ayudará, y confiar en nosotros mismos para lograr nuestras metas. Tener esperanza en la naturaleza, que es nuestro mejor refugio en momentos como este, en la agricultura que nos alimenta y en las personas que nos acompañan y su poder de superación.

Yo, desde luego, tengo nankurunaisa. ¿Y tú?

ARTÍCULO DE OPINIÓN

RAFAEL CÁRDENAS

Director del Centro de Excelencia de Aceite de Oliva de GEA