Aceite de oliva: Nutrición y Deporte

La nutrición en el deportista constituye una parcela compleja dado el abanico de deportes y modalidades deportivas que le configuran a cada deporte una forma de alimentarse. Sin embargo, se pueden seguir unas pautas generales para la población que realiza actividad física y que necesita una correcta pauta de macro y micronutrientes para realizar esa actividad y llevar un estilo de vida saludable.

Está claro que una buena alimentación ayudará al deportista a mantener unos niveles de entrenamiento adecuados y a alcanzar un máximo desarrollo y crecimiento físico, así como a mejorar el nivel de atención y concentración mental e incluso a reducir el tiempo de la lesión que pudiera sufrir.

Para ello, el médico deportivo y el nutricionista colaboran activamente. Primero, realizando una serie de valoraciones -clínica, de composición corporal y hematológica-; segundo, llevando a cabo un análisis de la dieta que sigue normalmente el deportista, cuantitativa y cualitativamente, que les permita detectar deficiencias, carencias o alteraciones nutricionales para establecer protocolos alimenticios y orientar a cada sujeto en sus necesidades. A partir de este momento será necesaria una reevaluación cada cierto tiempo para ver si las estrategias que se ponen en marcha son correctas.

Dentro de la Dieta Mediterránea, el aceite de oliva constituye uno de los pilares en el apartado de las grasas, tan denostadas y a la vez tan necesarias en la alimentación. Como componentes estructurales de membranas celulares, sistema nervioso y componentes necesarios de enzimas y hormonas, las grasas son necesarias en la ingesta diaria -alrededor de un 20% de las calorías totales-. Por debajo de esta cifra nos arriesgamos a producir un déficit de ácidos grasos esenciales (sólo aportados a través de la ingestión) o a tener deficiencias de vitaminas liposolubles (A, D, E, K); mientras que por encima de este porcentaje nos arriesgamos a aumentar de peso o incrementar las cifras de colesterol en sangre que tan mal pronóstico tienen sobre enfermedades cardiovasculares.

Por eso, a la hora de elegir el tipo de grasa que tomamos, mejor decantarnos por aquellas que son saludables y que está sobradamente comprobado que nos benefician ampliamente; esto es, por los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados. Se han llevado a cabo y se siguen realizando numerosos estudios que investigan los beneficios de su consumo y, en este sentido, la ventaja del aceite de oliva virgen extra reside en su contenido en vitamina E, polifenoles y ácido oleico. Si bien en la población general tienen la ventaja de mantener los niveles de colesterol y ser agentes antioxidantes y antienvejecimiento -además de actuar sobre diversos procesos patológicos como alteraciones gastrointestinales, diabetes, cáncer, Parkinson y Alhzeimer-, en los deportistas el beneficio está aún más justificado, puesto que la práctica deportiva produce desgaste y genera más radicales libres (acaban lesionando membranas celulares e incluso las cadenas de ADN y ARN) que se ven neutralizados por el consumo de este zumo de oliva excepcionalmente antioxidante.

Entonces, ¿qué pega le podemos poner a su consumo? Algunos alegarán su alto poder calórico, pero ¿no tienen todas las grasas el mismo problema? Sólo hace falta un poco de sentido común, usarlo en su justa medida y, ya que las grasas son imprescindibles en nuestra dieta diaria, optar por aquellas que además nos benefician. De modo que, para acompañar la tostada de la mañana, mejor un chorreón de aceite de oliva virgen extra que un dado de mantequilla.

Dra. Mª del Carmen Fernández de Alba Sánchez

Especialista en Medicina de la E. F. y el Deporte

Centro Andaluz de Medicina del Deporte. Jaén