Cuando el envase se come

Este vertedero oceánico se caracteriza por sus concentraciones excepcionalmente altas de plástico suspendido y otros desechos atrapados en las corrientes del giro del Pacífico Norte. A pesar de su tamaño y densidad, la isla de basura oceánica es difícil de ver incluso mediante fotografías satelitales e imposible de localizar con radares.

Este tipo de catástrofes ecológicas, de las que el consumidor de a pie no suele tener conocimiento, han motivado a más de un emprendedor amante de la naturaleza a generar productos alternativos al plástico para intentar preservar el medio ambiente y devolverle algo de lo que nos aporta desde que ocupamos el planeta.

Para los biólogos es bien conocido el papel esencial que desempeñan los hongos en la naturaleza, contribuyendo al desarrollo de los bosques, por su función de reciclado de materia orgánica y nutrientes. Por ello, no es de extrañar que al idear el plástico del futuro apareciese este alimento como uno de los candidatos con más opciones.

A pesar de que el plástico sigue siendo un elemento amado por las grandes empresas, ya son muchas las que se unen a la corriente ecologista e intentan sustituir este producto para complacer a un consumidor cada vez más comprometido con el cuidado del medio ambiente.

¿Pero sería posible desarrollar un material de construcción orgánico que sustituya al plástico? Esta fue la pregunta que se plantearon en 2007 Eben Bayer y Gavin McIntyre, estudiantes de ingeniería mecánica en el Rensselaer Polytechnic Institute de Nueva York.

Sus investigaciones les llevaron a la conclusión de que era posible elaborar un material aislante totalmente orgánico a base de micelio de hongos, el cual podría usarse como material de construcción. No fueron pocos los que los tacharon de locos, pero creyeron en su proyecto y en 2008 fundaron la empresa Ecovative Design.

Tras un tiempo de investigación dieron con la clave y patentaron Greensulate, un aislamiento natural elaborado a base de micelio de seta de ostra y otros deshechos agrícolas, como hojas de avena o maíz. ¿El resultado? El primer "bioplástico" de la historia.

Entre sus incontables propiedades, Greensulate es un material sólido y ligero, incombustible y resistente al agua y al moho. Además, al desecharlo, su degradación es inmediata. Una vez enterrado, el material se descompone en apenas un mes.

El problema de este producto orgánico es que debe competir con la reticencia que a día de hoy existe en torno a abandonar el plástico. ¿La solución? Aprender de los demás organismos vivos, reciclarnos y aportar algo más a la naturaleza antes de que tengamos que buscar otro planeta en el que vivir.

Cuando el envase se come

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