Hermano mayor

Esta es la teoría de Peter Wohlleben, ingeniero forestal y experto en bosques y árboles, que dirige una explotación forestal respetuosa con el medio ambiente en la región alemana de Eifel. Según sus propias palabras: “Trabajo para retornar a la naturaleza los necesarios bosques primigenios”. En su amplia experiencia ha descubierto cosas maravillosas. Una de ellas es que los árboles son seres sociales. Según Wohlleben, estos seres conectados a través de las raíces pueden distinguir las de otra especie e, incluso, las de los diferentes ejemplares de su misma especie. En un bosque, funcionan como una comunidad (eso sí, de las buenas). Juntos crean un clima local equilibrado. “Cada árbol es importante para la comunidad y el bosque actúa en consecuencia; a los ejemplares enfermos el resto les proporciona los nutrientes necesarios para que sanen”, asegura este ingeniero forestal. Pero tal es la humanidad de estos seres vivos que en los bosques más poblados del mundo, las raíces de los árboles madre entran en contacto con las crías y les proporcionan azúcar y otros nutrientes. “Podría decirse que los árboles bebé son amamantados”, dice Wohlleben, quien tiene la certeza de que los adultos forman un espeso techo sobre el bosque y sólo dejan pasar un 3% de luz para que los pequeños no crezcan demasiado rápido. Es lo que los expertos forestales, desde hace generaciones, llaman educación, pues el crecimiento lento es condición para que luego se alcance una edad avanzada. De alguna forma es como si los árboles respetasen rigurosamente el ciclo de la vida, sabiendo que algún día ya no estarán y tendrán que dejar paso a los que tienen que venir. Algo que los humanos, desde luego, no entendemos tan bien. Es probable que nos falte un poquito de esa educación... Sin embargo, estos complejos seres -muchísimo más de lo que creemos- tienen su propio sistema nervioso, similar al nuestro. De hecho, muchos botánicos sostienen que las puntas de sus raíces están formadas por estructuras similares a las del cerebro humano. Wohlleben asegura que los árboles tienen memoria y son capaces de registrar y distinguir las temperaturas en ascenso de la primavera de las que están en descenso durante el otoño. Uno pensaría que sólo les falta hablar, pero es que al parecer también tienen la habilidad de comunicarse, eso sí, mediante sustancias odoríferas. Cuando se aproxima un peligro, la acacia avisa a sus congéneres emitiendo etileno, un gas de aviso, o emite señales eléctricas a través de las raíces y de las redes de hongos, que conforman su propio sistema nervioso. Pero es que, además, los árboles sufren. Y gritan. Según el Centro de Investigación Confederado de los Bosques de Suiza -que registró los tonos de ultrasonidos-, los árboles emiten determinadas vibraciones cuando el agua escasea. Pero nosotros no les escuchamos. Los humanos estamos más interesados en escucharnos a nosotros mismos. Quizás es un buen momento para empezar. Seguro que el olivo tiene mucho que contar(nos).

Hermano mayor

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