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El artista y el olivo

Mercacei Semanal 1.153

lunes 07 de octubre de 2019, 17:11h
Dalí decía que, cuando pintaba, le gustaba untarse aceite de dátil en sus característicos bigotes y ponerse un poco de miel en las comisuras de los labios. Lo hacía para atraer a las moscas. Pero no a cualquier mosca, sino a las “moscas limpias y elegantes, como las de Portlligat, que se perfuman en las hojas de los olivos y parece que van vestidas de Balenciaga”. De vez en cuando, el artista abría la boca y atrapaba alguna para sentir un aleteo en el cielo del paladar. Era tal su fascinación por este insecto volador que le dedicó numerosos cuadros y textos a lo largo de su vida artística. Casi tantos como al olivo, su gran pasión. La casa del genio en Cadaqués está emplazada en medio de un olivar de montaña que mira a la bahía de Portlligat, bañada por el mar Mediterráneo. Su amigo Antoni Pitxot, director del Teatro Museo de Figueres, asegura que estos árboles “le gustaban mucho a Dalí: siempre que pasaba por aquí se detenía a mirar, era un gran voyeur, tenía un ojo puesto en todo lugar donde hubiera un foco de interés”.

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