Replicantes y AOVE

Llueve mucho en Blade Runner, de hecho diluvia durante casi toda la cinta. La novela de Philip K. Dicky -y la película en la que está basada- sugiere que esto se debe a la creciente contaminación industrial y las consecuencias radioactivas de una guerra nuclear. Con sus referencias a colonias fuera del planeta, donde los humanos tienen “la oportunidad de comenzar de nuevo en una tierra dorada de oportunidades y aventuras”, Blade Runner se adelantó al presentar las consecuencias del cambio climático. Todavía no hemos colonizado otros planetas, pero algunos multimillonarios ya se encuentran financiando formas alternativas de llevarnos al espacio.

Dick también se enfundó el traje de vidente al predecir que algún día le diríamos a los ordenadores lo que queremos que hagan por nosotros. En una de las escenas clave, el personaje de Harrison Ford, Rick Deckard, emplea comandos verbales para indicar a una máquina que haga zoom en una fotografía. Gracias a la tecnología de reconocimiento de voz, ahora tenemos ordenadores de todos los tamaños para dar órdenes, desde Siri hasta Alexa; ya podemos hablar, no a través, sino con nuestros dispositivos.

Quizás lo único que se mantuvo vintage en Blade Runner fue la comida. Deckard aparecía en una secuencia disfrutando de unos noodles de ternera y setas en un puesto de comida callejera. En 1982 -año del estreno del film- puede que no estuviese tan de moda eso del street food pero, desde luego, los noodles estaban más que inventados. De todo esto podríamos hacer la reflexión de que probablemente lo único que se ha mantenido intacto en las últimas décadas ha sido la gastonomía. Está claro que hemos evolucionado en la forma, no sólo de elaborar los alimentos y de procesarlos (¡antes los sopletes sólo se usaban para soldar acero!), sino en las preferencias y en el medio (¿alguien se pone a cocinar cuando llega a casa por la noche?); pero la esencia es realmente la misma. El sofrito sigue haciéndose con aceite de oliva, cebolla, ajo, tomate... Que luego te hagas un ramen o un cocido de tres vuelcos ya es cosa tuya.

En 1982, por supuesto que los términos terroir, de autor o Premium nunca habrían ido asociados al aceite de oliva virgen extra, pero en 2019 son casi un apellido más. ¿Y AOVE? Ni de broma nos habríamos parado a pensar en hablar con siglas o en buscar la manera de realzar este alimento con un packaging cuidado, con un stamping dorado, un plastificado mate o un color que no fuese el verde oliva. Éramos conscientes de que comer sano y hacer ejercicio eran fundamentales para vivir más y mejor, pero unos cuantos pitillos y algún que otro carajillo a lo largo del día... ¡también!

En 2056 habrán pasado otros 37 años, otra era Blade Runner para decidir si queremos vivir como replicantes o empezamos a disfrutar de las ventajas de ser humanos (como tomar AOVE, por ejempllo).

Replicantes y AOVE

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