Cándida

Cuando fue lo bastante mayor para salir de su pueblo, en el norte de España, se fue con su marido a Suiza. Era un buen momento para ver el mundo y ganarse la vida. Allí lo aprendió todo. Fue incluso cocinera en un colegio de élite, donde sucedió a una nonna italiana que le enseño a hacer pasta casera, pizza, lasagna... y a regar todos los platos con un buen chorro de extravergine.

Su marido también trabajó y trabajó, que era lo que mejor sabía hacer aquella generación que había nacido en medio de una guerra civil. Trabajaron tanto que tuvieron que dejar a su hijo en España para que siguiese sus estudios en el país que los había visto marchar. Y así lo hizo.

Su hijo estudió en el norte y luego viajó a Madrid para terminar de formarse, un privilegio del que no habían podido gozar sus padres. Ellos tuvieron claro que dedicarían todos sus esfuerzos a darle a él todo lo que ellos no tuvieron.

Cuando ya fueron abuelos, Cándida y Álvaro volvieron a su pueblo, cerca de su familia y sus amigos a los que habían dejado años atrás. A veces hablaban en francés, otras en castellano y, de vez en cuando se les escapaba algún término en galego. Es increíble cómo funciona el cerebro cuando uno vuelve al hogar.

Se construyeron una casa de cero y, junto a ella, un huerto enorme para comer de la tierra. Dicen que su generación, y más aún las anteriores, han sido los verdaderos ecologistas y sostenibles. Yo añadiría, los resilientes. Porque si hay algo de resiliencia en esta vida es verles agachados, con sus 90 años, cortando berzas para darles de comer a sus gallinas.

Cándida siguió cocinando delicias italianas aquí en España. Se podría decir que inventó la comida fusión castellano-gallega con aires italo-suizos. Si abrimos un bar en Madrid con esa definición tenemos cola de hipsters durante un mes.

Así que sí, ella siempre fue una adelantada a su época, con su amor por la naturaleza, lo healthy -cuando simplemente se llamaba “comer sano”- y el aceite de oliva, del que se había enamorado -¡increíblemente!- en Ginebra, de manos de una italiana.

Debió ser algo genético porque Cándida crió a un niño que años más tarde montaría, junto a su mujer, una editorial que en 2024 ha cumplido 30 años editando revistas y guías dedicadas al aceite de oliva y el olivar. Y él, su nieta, y ahora su bisnieta, siguen siendo fans del AOVE.

Desde hace unos días ya no está con nosotros pero estoy convencida de que allí donde esté se encuentra guisando y brindando con un vasito de Quina Santa Catalina . Hasta siempre abuela.

Cándida

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