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Extra Virginity, el descubrimiento del zumo mediterráneo

Extra Virginity, el descubrimiento del zumo mediterráneo

Mientras escribía Extra Virginity, el aceite de oliva me fue capturando casi como lo hacen las fuerzas de la naturaleza, un despertar religioso o el amor. Y al igual que con cada uno de estos poderes eternos, desconocía completamente que faltaba el aceite de oliva en mi vida hasta que lo encontré. Yo había crecido en el noroeste de Estados Unidos, donde el “aceite de oliva virgen extra” era una “grasa industrial” genérica dentro de una descolorida lata de 5 litros de estaño que reposaba año tras año en la encimera de la cocina de mis abuelos, utilizada de vez en cuando solamente para freir el ajo o para engrasar la sartén.

Mientras escribía Extra Virginity, el aceite de oliva me fue capturando casi como lo hacen las fuerzas de la naturaleza, un despertar religioso o el amor. Y al igual que con cada uno de estos poderes eternos, desconocía completamente que faltaba el aceite de oliva en mi vida hasta que lo encontré. Yo había crecido en el noroeste de Estados Unidos, donde el “aceite de oliva virgen extra” era una “grasa industrial” genérica dentro de una descolorida lata de 5 litros de estaño que reposaba año tras año en la encimera de la cocina de mis abuelos, utilizada de vez en cuando solamente para freir el ajo o para engrasar la sartén. No tengo ni idea de cuántos años podía estar allí el aceite entre el calor y el frío. ¿Cinco años? ¿Diez? ¿Realmente importaba, de todos modos? Después de todo, yo ni siquiera sabía cómo olían las aceitunas frescas y nunca había visto el árbol en el que crecieron.

Entonces, hace dos décadas me mudé al Mediterráneo, y observé por primera vez aquel árbol que había conocido en las historias y mitos de mi infancia, aquel símbolo de fuerza, de paciencia, de paz, un árbol milenario- que puede sobrevivir en el desierto y que tiene la capacidad de absorber la luz del sol, el agua y los minerales de la tierra y, casi por arte de magia, producir aceite de oliva de su fruto. Así, finalmente probé por primera vez el zumo fresco de la aceituna y sentí cómo se abría ante mí un vasto continente repleto de aromas y sabores, de historias pasadas y posibilidades futuras.

Pero lo que realmente me capturó, y la verdadera razón por la que escribí Extra Virginity, fueron las “mujeres y hombres del aceite de oliva”. Mientras trabajaba en mi publicación conocí a decenas -y luego a cientos- de agricultores y almazareros cuyas almas estaban ancladas y dedicadas al olivo y a su aceite y que, a pesar de las dificultades y distorsiones del mercado, continuaban cultivando las mejores aceitunas y elaborando el mejor aceite que sabían hacer.

Generosos, tenaces y de gran corazón... Así fueron las personas que compartieron conmigo sus historias, sus luchas, aquellas sobremesas empapadas de aceite y vino en sus hogares y, de vez en cuando, su amistad. Son esas personas que no hacen lo que hacen por elección, sino porque en el fondo es tan grande su preocupación por la elaboración de un gran zumo de calidad que simplemente tienen que hacerlo. En las vidas de estas personas descubrí realmente una historia sin escribir todavía, cuya conclusión está a la espera de ser descrita, una historia de suspense, de drama humano y, sobre todo, de belleza. Las personas detrás de este mundo del aceite de oliva y su trabajo llegaron a calar en mi mente, de forma tan real y tangible que me llenaron de la poesía de la vida misma, a veces amarga, y otras veces dulce.

Estas personas del aceite de oliva me enseñaron que una obsesión puede ser positiva, incluso hermosa. Su obsesión es ahora la mía. El aceite de oliva virgen extra se ha convertido para mí en una obsesión. Y así, el aceite de oliva me ha enseñado que algunas obsesiones son buenas.

Norton