Un simple juego de palabras

Al abrirlo, el nerviosismo y la emoción adquirían un nivel incluso superior. Y es que el aceite de oliva tenía su propio apartado denominado La revolución del aceite. El oro por el que unos pocos apostaron. Nada podía salir mal, estábamos ya conquistados. Poco era necesario para hilvanar este momento de felicidad, pero nunca nos podríamos haber imaginado la cadena de acontecimientos que se sucederían a continuación.

Comenzamos el artículo con Carlos Falcó, Marqués de Griñón, para pasar a Agustín Santolaya (o Santaolalla, como se le llama en el citado reportaje), José Ignacio Valderrama, Rosa Vañó, Álvaro Guillén y Josep Pont, y acabamos rememorando la famosa frase de Capel: "de cada diez botellas de aceite de oliva virgen extra, ocho no lo son".

Nada nuevo. Una versión sosa y sesgada del gran artículo de Tom Mueller en el Wine Spectator.

Aunque quizás no fuésemos tan desencaminados al principio de esta historia, pues nos llevamos una gran sorpresa. No fue maravillosa, pero sin duda fue un descubrimiento inaudito. Resulta que existe una nueva denominación dentro del aceite de oliva, un producto que parecía no poder abarcar ninguna más.

Por si desean estar a la última, ahora el aceite de oliva virgen extra se denomina AVOE. Sí, A V O E.

Hay que decirlo así, despacio, por si alguien todavía no se ha enterado de que las mayúsulas así seguidas suelen corresponder a siglas. Desde luego, en este periódico han pasado totalmente inadvertidas para aquellos que se lo han leído antes de publicarlo y se han quedado tan panchos. AVOE, señores. Pero no es una errata, no. Casi una decena de veces está repetido en el propio artículo. Vaya a ser que a alguien se le pase esta sublime reinterpretación de la denominación de lo que vendría a ser Aceite Virgen de Oliva Extra, o algo así.

Bah, que más da ¿verdad? Otro artículo más, otro suplemento más, otra desinformación más. ¿Tan difícil es documentarse, digamos durante media hora, para no cometer este tipo de errores? Vive demasiada gente de este sector como para tener que soportar una y otra vez esta indignante verborrea totalmente vacía de rigor y análisis que inunda los medios generalistas.

Seamos un poco serios y estemos a la altura de nuestros lectores, señores cuentistas. ¡Quería decir columnistas! Vaya fallo...

Un simple juego de palabras

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