España es un buen lugar para nacer. Eso podría exclamar el olivo, que lleva miles de años con sus profundas raíces clavadas en nuestro país. Ha oído a sus habitantes cambiar el nombre de su tierra, de I-Schepan-Im a Hispania, de Hispania a Isbaniya y, finalmente, de Isbaniya a España, y vuelta a empezar.