Las prehistóricas

Como saben, hasta la llegada del Neolítico las poblaciones humanas dependían fundamentalmente de la caza y la recolección. Como suele pasar, se habían realizado numerosos estudios de los huesos de hombres de la época, que demostraban que se había ido produciendo un declive a lo largo de estos años en la fuerza de la tibia, el principal sostén óseo de las piernas. Los investigadores achacaban esto a que, en la Edad de Piedra, el ser humano había sustituído las largas caminatas propias de las jornadas de caza por labores agrarias, siempre más sedentarias, que hacían que los huesos de las extremidades inferiores soportaran menos carga de trabajo. Esta sucesión de hechos, como bien podría explicar Darwin, había provocado una mutación en el cuerpo masculino, cuyas tibias habían ido disminuyendo y adaptándose a su nuevo estilo de vida. Sin embargo, hasta hace bien poco, nadie se había planteado qué había sucedido con la osamenta de las mujeres. Para hallar la respuesta, investigadoras de las universidades de Cambridge y Viena han estudiado la morfología y propiedades óseas de decenas de mujeres que vivieron en diversas épocas de los últimos 6.150 años en comunidades de Europa central, comparando los resultados con la información de las mujeres actuales. En particular, las investigadoras eligieron tres grupos de deportistas -futbolistas semiprofesionales, triatletas que han competido en campeonatos del mundo y remeras de clubes de élite-, así como mujeres activas pero no deportistas. Las conclusiones no pueden ser más sorprendentes: durante los primeros 5.500 años de la agricultura, las mujeres prehistóricas contaban con unos huesos de los brazos más fuertes que los de la mayoría de las mujeres de hoy, incluso más que los de las remeras -con sus 20 horas de entrenamiento y 200 km. recorridos a la semana-. De hecho, otro de los resultados de la investigación demuestra que, además de la mayor fortaleza en los brazos, entre las mujeres de los primeros milenios de la agricultura existe una gran variedad de morfologías óseas entre las distintas muestras, lo que reflejaría el desempeño de variadas tareas agrícolas. Plantar y recolectar cosechas, procesamiento del alimento como el molido del grano, el cuidado de los animales, acarreamiento de agua y alimento para el ganado, tratamiento de pieles... “En otras palabras, las actividades físicas realizadas por las mujeres en este periodo han sido cruciales para el éxito de uno de los mayores hitos en la evolución y éxito demográfico del Homo sapiens, como fue la adopción de una cultura agrícola y ganadera”, concluye la antropóloga del University College de Londres María Martinón. Es un buen momento para recordar estas cosas en el año 2017, cuando, según los datos provisionales de Eurostat, el salario por hora de las mujeres es un 14,9% menor que el de los varones. Basándose en este porcentaje, UGT calcula que las empleadas trabajan “gratis” 54 días al año. Es decir, ayer, hoy, mañana... Y desde hace 6.000 años.

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