El lenguaje del aceite

En este contexto, Manuel Parras Rosa, Francisco José Torres Ruiz, Carla Marano Marcolini y Esther López Zafra, de la Universidad de Jaén (UJA), llevan años investigando la mejor manera de que el consumidor de cualquier lugar del mundo pueda distinguir entre calidades de los aceites de oliva sin tener que saber de acidez, de peróxidos, de panel test, etc. En estos casi 10 años que llevan dándole vueltas al tema, se les ha ocurrido que se podría emplear un sistema basado en símbolos: un virgen extra, que es el aceite de más calidad, podría distinguirse con cinco aceitunas o cinco estrellas -u otro sistema similar-, por ejemplo; un virgen, con cuatro; un aceite de oliva, con tres; y un aceite de orujo de oliva, con dos. Así, cualquier consumidor podría inferir que cinco es mejor que cuatro y cuatro mejor que tres, etc. Igual que hacemos con los hoteles, por ejemplo.

Por supuesto, los artífices de este planteamiento otorgan libertad al consumidor para que le pueda gustar uno más que otro, pero defienden que pueda elegir con conocimiento pleno. También, de este modo, entienden que un aceite con cinco aceitunas o cinco estrellas debería valer más que uno con cuatro, y uno de cuatro más que uno con tres, etc.

Una década más tarde de su primera incursión en el tema, desde la UJA se preguntan por qué no se adopta un mecanismo de este tipo en el sector; a lo que responden, resignados, que “tal vez, convenga a algunos, a los que están cómodos con la confusión, que el consumidor siga sin saber”.

En este sentido, concluyen que deberíamos ser los españoles los que capitalicemos esta revolución, pues si no somos nosotros los que nos empezamos a preocupar por la percepción y el conocimiento de los consumidores, quedaremos relegados al papel de “defensores de la confusión”.

Si fijamos la vista fuera de nuestra zona de confort, veremos que otros sectores de la alimentación nos llevan mucha ventaja. Más allá del vino -del que seguimos teniendo mucho que aprender- están, por ejemplo, los quesos, cuyo consumidor tiene casi un máster a la hora de hacer la compra. Está muy dispuesto a pagar más por un queso de oveja gran reserva envejecido -y a disfrutarlo con un buen vino, por ejemplo-, que por unos tranchetes para el sandwich. Sin embargo, considera una botella de AOVE Premium de más de 10 € una excentricidad total. Por eso se antoja tan necesario contar hoy en día con herramientas que apoyen al sector en la “batalla” del lineal; y para ello, qué mejor arma que el lenguaje. Un lenguaje acorde con el consumidor actual, exigente y con criterio, que le ayude a tomar decisiones y a aclararse, algo más que necesario en una actualidad repleta de ruido y desinformación.

Seamos líderes en este viaje, que no tengamos que mirar atrás dentro de unos años y arrepentirnos de no haber sido los primeros en subirnos a este tren en el que sólo hay dos opciones: ser maquinistas o situarnos a la cola.

El lenguaje del aceite

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