La culpa es del aceite de oliva

Un poco más abajo, en el mismo artículo, detallaba que dentro de la cesta de la compra de alimentos, los productos que más subieron fueron otros aceites comestibles, que se dispararon un 32,2%. Otros aceites comestibles... Esos no importan tampoco. Importan tan poco que no tienen ni nombre propio. Girasol, soja o coco, ¿qué más da? Es indiferente que esos aceites comestibles hayan subido un 7,2% más que el aceite de oliva, ¡culpemos al de siempre! Esa parece ser, para los medios generalistas, la decisión más sencilla.

Cuando aparece un nuevo estudio científico que enaltece las propiedades saludables del AOVE, que asegura que es cardiosaludable, antiinflamatorio, etc., el medio de turno siempre recurre a recordar que estamos hablando de una grasa, así que ¡hay que moderar su consumo! Pero cuando en los anuncios de esos mismos periódicos salen famosos, modelos o niños repelentes diciendo que la margarina o los yogures nos previenen de sufrir infartos, a nadie le da por indagar acerca de la cantidad de azúcares refinados o conservantes y colorantes que contienen. ¡El que paga manda, señores!

Lo saludable o no, a día de hoy, tiene precio. Los prescriptores y líderes de opinión en el ámbito gastro también tienen su caché. Y si no que se lo digan a los siguientes matrimonios de conveniencia: Dani García y McDonald’s; Dabiz Muñoz o los Hermanos Torres y Donuts (¡trío incluido!); Jordi Cruz y Bicentury... Como bien denunciaba el otro día El Comidista, “los cocineros famosos cada vez tienen menos complejos para asociar su nombre a bollos industriales, hamburguesas o snacks de baja calidad; tras estas campañas se esconde toda una artillería de marketing, y el objetivo eres tú”.

Porque mientras que la cantante Aitana (2,9 millones de seguidores en Instagram) se olvida hasta de que es celíaca para promocionar hamburguesas 100% gluten de McDonald’s, los productores de aceite de oliva virgen extra tienen prohibido indicar en sus envases que el producto que están vendiendo (zumo de aceituna) es cardiosaludable. Y no sólo eso, sino que tienen que aguantar que les plantifiquen una etiqueta nutricional en la que el producto es degradado a una calificación C mientras que la Coca Cola Zero (agua carbonatada, colorante E-150d, edulcorantes: ciclamato sódico, acesulfamo K y aspartamo, acidulante ácido fosfórico, aromas naturales -incluyendo cafeína- y corrector de acidez: citratos de sodio), a su lado, luce una fantástica B. Sin comentarios.

La culpa es del aceite de oliva

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