Demasiado saludable para ser verdad

La EFSA, supuesta guardiana del rigor científico nutricional en Europa, no se deja seducir fácilmente. Bajo su lupa, incluso el AOVE debe demostrar, con ensayos clínicos de precisión quirúrgica, aquello que millones de mediterráneos han sabido por generaciones: que es bueno para el corazón, el cuerpo y hasta el alma. De momento, la EFSA ha aprobado dos alegaciones saludables para el aceite de oliva. Una, que sus polifenoles protegen los lípidos de la sangre del daño oxidativo, siempre que uno consuma una dosis específica de hidroxitirosol -porque, claro, ¿quién no mide sus miligramos de antioxidantes a la hora de aliñar una ensalada?-. La otra, que el ácido oleico, abundante en este zumo, ayuda a mantener el colesterol en niveles normales… si se usa en lugar de grasas saturadas. Pero cuando se trata de alegaciones más audaces -como prevenir enfermedades cardiovasculares o mejorar la salud general-, la EFSA no se deja impresionar por siglos de evidencia empírica ni por estudios poblacionales. “Falta de relación causal directa”, dictamina. Mientras tanto, una bebida azucarada enriquecida con vitamina C puede alardear de “apoyar las defensas naturales”, y unas galletas enriquecidas con calcio aseguran “contribuir al mantenimiento de huesos normales”. Todo perfectamente legal. ¿La ironía? Muchos productos ultraprocesados consiguen alegaciones saludables por añadir un micronutriente aislado, aunque el resto de su composición sea poco recomendable. El virgen extra, en cambio, no puede anunciar que “reduce el riesgo cardiovascular”, aunque lo respalden años de investigación epidemiológica y haya sido protagonista de ensayos clínicos como el estudio PREDIMED. ¿Será que el AOVE es demasiado sano para la burocracia? ¿O simplemente que su complejidad natural no cabe en los marcos reduccionistas que permiten solo nutrientes “activos” medibles y patentables? Tal vez el problema es que el virgen extra no lleva etiqueta llamativa, ni mascotitas sonrientes, ni nombres de fantasía con partículas como “bio-”, “nutri-” o “activa”. Solo es aceite. De aceitunas. Sin aditivos. Sin procesar. Sin artificios. Eso, al parecer, en estos tiempos puede ser imperdonable. O si no, que se lo digan a QvExtra!, que no ha parado de batallar. “Perderemos la batalla, pero no la guerra”, que diría Napoleón.

Demasiado saludable para ser verdad

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