Armando ejércitos y desarmando el campo

Esta renovada PAC se presenta como un avance hacia una agricultura más verde, digital y eficiente. Pero sobre el papel de la sostenibilidad se están escribiendo normas que, en la práctica, podrían ahogar al olivar tradicional. Los requisitos medioambientales reforzados, los exigentes eco-regímenes y una arquitectura burocrática cada vez más pesada suponen una barrera para miles de pequeños y medianos productores que no tienen capacidad de adaptación ni margen económico para cumplir con estas nuevas reglas. En muchas explotaciones de secano, de pendiente o con estructuras familiares envejecidas, estas exigencias suenan más a castigo que a incentivo. Y lo más preocupante es que el sistema de ayudas -en lugar de proteger al agricultor que más lo necesita- castiga con recortes precisamente a quienes mantienen viva una actividad profundamente arraigada al territorio, generadora de empleo y custodio del paisaje mediterráneo. Mientras tanto, en Bruselas se respira otro clima. En un momento en que la Unión Europea ha redoblado sus compromisos en materia de defensa y rearme, con presupuestos extraordinarios para industria militar y seguridad exterior, la agricultura ha dejado de estar en el centro de las prioridades. Hoy la soberanía que parece importar es la militar, no la alimentaria. Pero convendría recordar que, por ahora, los misiles no son comestibles. No se puede construir una Europa fuerte si se vacían sus pueblos y se arrincona a sus agricultores. Porque la verdadera resiliencia no se mide sólo en munición o en acuerdos estratégicos, sino también en la capacidad de producir alimentos de calidad, gestionar el territorio y mantener la cohesión social de las zonas rurales. La falta de diálogo real con el sector olivarero es otro de los grandes errores de este proceso. Las organizaciones agrarias han denunciado su escasa participación en el diseño de esta nueva PAC, que parece más una imposición tecnocrática que una política al servicio del campo. Se han organizado foros, pero las decisiones clave no las han tomado quienes viven de la tierra. Desde Mercacei, creemos que aún estamos a tiempo de corregir el rumbo. La PAC debe ser verde pero también justa, proporcional y flexible. No puede exigirse lo mismo a un olivarero de Jaén que a un productor de cereales de la campiña francesa. Europa debe reconocer la diversidad de sus territorios y adaptar sus políticas al terreno, no al revés. Hoy más que nunca, defender el olivar es defender Europa. Que no se les olvide en Bruselas.

Armando ejércitos y desarmando el campo

Mercacei Semanal 1.425