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Editorial - Icebergs

Han sido unas Navidades pasadas por agua. Hay quienes dicen que nunca llueve a gusto de todos, mientras otros aseguran que no llueve eternamente, como repetía el malogrado Brandon Lee, hijo de Bruce Lee en El Cuervo, la película que le costó la vida.
Lo que sí es cierto es que siempre hay alguien que se queja. Cuando creíamos que las aguas de la tormenta creada con la prohibición de las aceiteras irrellenables en el canal Horeca se habían calmado, la Asociación de Empresarios de Hostelería ya se ha encargado de recordarnos que no es así. ¡Que ellos no se van a quedar de brazos cruzados, vamos!
Esta vez las críticas provienen de Guipúzcoa, donde el decreto -que se ha comenzado a aplicar el 1 de enero- no ha sentado bien entre los hosteleros. Así, Kino Martínez, secretario general de la Asociación de Empresarios de Hostelería, asegura que “en Guipúzcoa o Euskadi esa norma sobra, ya que aquí somos muy escrupulosos con la calidad de nuestros menús y los productos que servimos. A ningún hostelero vasco se le ocurriría, con la tradición gastronómica que tenemos, dar gato por liebre con el aceite. Es decir, servir como oliva de calidad un aceite de otro tipo más barato”.
Tal y como apunta diariovasco.com, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente tampoco se libra de las críticas ante el Real Decreto. “No es aceptable que justifique el beneficio de un sector, el aceitero, a costa del hostelero”, asevera el secretario general de la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR), Emilio Gallego Zuazo, que ha solicitado una reunión con el director general de la Industria Agroalimentaria, Fernando Burgaz, para “valorar la situación planteada, en beneficio del aceite de oliva pero sin los perjuicios apuntados”.
Así que, en estos casos, cuando lo aconsejable sería saltar al bote en medio de la tormenta y abrocharse el chaleco salvavidas, tendremos que hacer como la orquesta del Titanic y seguir tocando hasta que las aguas se calmen del todo. Puede que los icebergs nos hagan bajar el ritmo, pero esta vez podremos esquivarlos sabiendo que se esconden por debajo del agua. El que para algunos es el último vals, para el sector oleícola se antoja el primero de una larga serie de acontecimientos que por fin podrán celebrarse fuera de casa con una botella recién abierta de AOVE fresco. Sí, esperamos que esas cuatro bonitas letras se empiecen a extender entre los consumidores y, con ellas, su cultura y nuestro granito de arena.

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