AOVE, la última tentación

Vivimos inevitablemente al borde de la tentación. A algunas no tenemos el valor de sucumbir y otras se nos escapan de las manos sin que podamos remediarlo. Sin embargo, entregarnos a la tentación del AOVE puede suponernos un placer sin límites... ni remordimientos. Un gran Aceite de Oliva Virgen Extra -cuyas sofisticadas siglas ya resuenan desde hace tiempo en la mente del consumidor- es mejor que un buen vino. No me malinterpretéis, me encanta el zumo de Baco, pero el de aceituna no tiene rival.

Dicen que fue la diosa Isis, en el año 2000 a.C., la que mostró a los hombres cómo cultivar el olivo. Cuatro milenios más tarde su zumo sigue siendo inmortal, capaz de otorgar unos beneficios incalculables a la salud humana e idolatrado por todos aquellos que van descubriéndolo.

En España hemos tenido mucha suerte. Desde tiempos inmemoriales desayunamos pan con aceite de oliva. Ni siquiera hemos tenido que plantearnos con qué cocinar o qué salsa usar para aderezar las ensaladas. El aceite de oliva va ligado a nosotros como una letra más de un ADN imposible de fraccionarse. Quizás por ello tenemos la vocación de enseñárselo al mundo tal como hizo el español Fray Junípero cuando plantó el primer olivo en una tierra que hoy en día es California.

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos días y desde que aquellas personas repartieran las semillas de este árbol majestuoso alrededor del mundo. Hoy en día es el patrimonio que une los brumosos amaneceres de la sierra andaluza y la entrada de las lujosas villas de Beverly Hills; el mismo que nos traslada al rosado anochecer primaveral de la Toscana, al ardiente desierto de Uruguay o a los ásperos acantilados de las Antípodas.

Sin embargo, todavía queda mucho trabajo por hacer, innumerables paladares por convencer. Es cuestión de tiempo que los consumidores descubran la historia detrás del zumo de aceituna. Una historia que, en realidad, está formada por millones de relatos, uno por cada virgen extra que se abre en un hogar para acompañar la comida; la de los incansables productores que luchan con Kairós, dios del clima y las estaciones, mirando al cielo campaña tras campaña para que les conceda una buena cosecha; o la de periodistas, chefs y simples prescriptores que, como yo, intentan describir mediante un lenguaje terrenal la sensación casi espiritual que nos une a nuestros antepasados al abrir y oler un AOVE verde y fresco recién exprimido.

Si todavía no habéis sucumbido, haced como Oscar Wilde, dejad de resistiros y caigamos juntos en esta maravillosa tentación. Vamos a descorchar un buen virgen extra y brindar todos juntos en el único idioma universal, el de la gastronomía y el placer. Chin Chin!

AOVE, la última tentación

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