Entre la urgencia y la oportunidad

El informe, elaborado por el Centro Común de Investigación (JRC), se basa en más de 1.400 encuestas a explotaciones de nueve Estados Miembros, incluida España. Sus resultados muestran que, si bien las herramientas digitales básicas están bastante extendidas, las tecnologías más avanzadas -como las propias de la agricultura de precisión- se utilizan de forma limitada. La brecha es mayor en explotaciones pequeñas o con deficiente conectividad, lo que genera desigualdades en la competitividad del sector. El olivar refleja bien esta realidad. En España, primer productor mundial de aceite de oliva, la digitalización ha dado pasos de gigante: sensores para el control hídrico, teledetección, sistemas de trazabilidad digital en almazaras… Pero mientras las grandes explotaciones intensivas y superintensivas cuentan con recursos para invertir en innovación, muchos olivareros tradicionales encuentran dificultades para acceder a estas herramientas. Así, el mapa de la digitalización del olivar aparece fragmentado y desigual. El estudio también identifica las principales barreras: elevados costes de implantación, carencia de formación específica y, en muchas zonas rurales, una conectividad insuficiente. Obstáculos que el sector oleícola conoce bien y que sólo podrán superarse con políticas públicas que garanticen infraestructuras digitales adecuadas y programas de capacitación para los productores. Más allá de la eficiencia productiva, la digitalización es clave para reforzar la resiliencia del olivar. En un contexto de sequías recurrentes y precios volátiles, permite optimizar recursos, reducir costes y mejorar la sostenibilidad. También abre nuevas oportunidades: certificaciones digitales, venta directa on line, mejor comunicación con los consumidores y un mayor control de la cadena de valor. El futuro del olivar dependerá de la rapidez con la que se afronte esta transición. Con el apoyo de la PAC y de los fondos de innovación, la digitalización puede convertirse en un motor de modernización y competitividad. El desafío es asegurar que esta transformación llegue a todos: desde el gran olivar en seto hasta el pequeño productor tradicional y de montaña. Porque el olivar del mañana no puede ser sólo verde: también debe ser digital.

Entre la urgencia y la oportunidad

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