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El consumidor de aceites de oliva en el futuro: entre la digitalización, la búsqueda de experiencias y el compromiso social

El consumidor de aceites de oliva en el futuro: entre la digitalización, la búsqueda de experiencias y el compromiso social

Por Manuel Parras Rosa
Profesor del Instituto Universitario de Investigación en Olivar y Aceites de Oliva de la Universidad de Jaén

De los economistas, y yo lo soy, se dice que somos los que mejor predecimos el pasado, porque cuando decidimos ser adivinos erramos bastante. Yo voy a intentar dibujar cómo serán los consumidores de alimentos en general, y de aceites de oliva en particular, en el futuro. Vaya por delante, pues, que en mi condición de economista puedo equivocarme, pero espero que no demasiado.

A modo de preámbulo y justificación debo decir que me refiero a los consumidores de eso que llamamos países desarrollados y que a mí me gusta más calificar de países industrializados, si atendemos a cómo nos comportamos en relación a cuestiones como el cambio climático, la inmigración, etc. Creo que los consumidores tendremos un comportamiento dual. De un lado, seremos muy digitales: consultaremos plataformas tecnológicas; la Inteligencia Artificial nos orientará sobre nuestras decisiones, en función de comportamientos pasados; las empresas seguirán nuestras conversaciones para influir nuestras compras; imprimiremos comida en 3D; desarrollaremos la cocina molecular, que unirá gastronomía y ciencia; estaremos hiperconectados y amaremos la tecnología (consumidor 4.0); cocinaremos en directo a través de videos tutoriales; programaremos la cafetera para tener el café caliente justo al levantarnos; buscaremos canales de compra para ahorrar tiempo y dinero; contaremos con electrodomésticos y envases inteligentes; y recibiremos ofertas muy personalizadas por parte de distribuidores y productores, etc.

Y, por otro lado, seremos muy experienciales y buscaremos alimentos que involucren los sentidos. Y en este escenario futurible, el consumo del AOVE se moverá más en el segundo de los comportamientos que en el primero. Seremos consumidores 4.0, pero, sobre todo, buscaremos una experiencia sensorial, nos gustará compartir y consumir un gran AOVE en compañía de nuestros amigos; disfrutar hablando sobre las mejores variedades y maridajes; visitaremos olivares y almazaras para conocer y reconocer a quienes nos hacen disfrutar con sus zumos; querremos recuperar la “cocina de la abuela”, revalorizando nuestros aceites y recetas tradicionales para preservar la identidad de los pueblos y la protección del patrimonio oleícola; buscaremos la autenticidad, etc.

Además, seremos cada vez más conscientes de que las decisiones que tomamos en el supermercado o en las plataformas tecnológicas tienen consecuencias porque premiamos y castigamos a unos u otros productores. Demandaremos productos seguros, éticos, naturales, en armonía con el medio ambiente, y desperdicio cero; buscaremos estar más cerca de la naturaleza y ello se traducirá en una relación mucho más directa entre las empresas productoras y los clientes finales.

Y, finalmente, proliferarán las marcas de los consumidores que establecerán contacto directamente con los productores, también de aceites de oliva de calidad, para conocer qué precio es el justo para que puedan seguir haciéndonos disfrutar y obtengan unas rentabilidades que les permitan vivir y progresar en sus negocios. Seremos cada vez más conscientes de que somos parte del cambio.

En definitiva, nos encontraremos con un consumidor dual, digital y experiencial que, paradójicamente, a medida que aumenta la digitalización se refugiará más en el pasado, tratando de aferrarse a unas experiencias que añora a las que no quiere renunciar y que difundirá, eso sí, en redes sociales.