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Del hombre a la Inteligencia Artificial: ¿cambiará el olivo de partner estratégico?

Del hombre a la Inteligencia Artificial: ¿cambiará el olivo de partner estratégico?

Por Marco Scanu
Oleólogo y asesor internacional en olivicultura y elaiotecnia

Amanece un nuevo día, cualquier día del futuro próximo del año 2050. La primera luz del alba revela las copas plateadas de los olivos. Están dispuestos en hileras, miles por hectárea, todos iguales, precisos, disciplinados. Recuerdo cuando pasear por el olivar significaba reconocer árbol por árbol, casi como si cada uno tuviera un rostro amigo.

Las copas se mueven al unísono con el viento como lo haría un organismo superior, una entidad única lista para recibir los primeros rayos del sol. Entre las hileras aún podemos vislumbrar las luces blancas y amarillas de los robots que están terminando de escardar bajo las hileras, eliminando las malas hierbas. Guiadas por la Inteligencia Artificial (IA), estas máquinas trabajan 20 horas al día alimentadas por energía solar.

La IA opera en todas las fases de la producción agrícola, la recolección, la transformación de las aceitunas en aceite e incluso el embotellado. Controla las estaciones meteorológicas y está a la espera de que amaine el viento para que los drones puedan sobrevolar con vistas al tratamiento biológico con bachillus thuringiesis. Incluso el sistema de riego está gestionado por IA con un programa preciso que tiene en cuenta cada variación -en tiempo real- de los parámetros del campo. El sol ya está alto, todas las máquinas están ocupadas trabajando. Miro al horizonte y vislumbro la llegada de un vehículo. Es el asesor técnico, que viene a proponerme nuevos productos e innovaciones tan ingeniosas que a menudo me dejan con la boca abierta.

Han pasado 10 días desde aquel amanecer en que nos conocimos y las aceitunas ya están listas. La cosechadora sale del hangar preparada para la recolección mecánica, trabaja en línea con los vagones de transporte refrigerados que alimentan constantemente la línea de trituración. Si se detiene por cualquier motivo, la planta también se detiene. La IA sabe que si las aceitunas tienen que esperar es mucho mejor hacerlo en el árbol y no en la tolva.

Las máquinas en línea se ponen en marcha automáticamente una tras otra y en un abrir y cerrar de ojos ya está aquí el primer aceite de la temporada, que ha sido medido en cuanto a rendimiento, acidez, peróxidos y delta k, y evaluado en la línea por la nariz artificial. Camino por la almazara pero no veo a nadie, ningún movimiento humano, nadie.

Suena el despertador. Son las 5.30 horas del 27 de octubre de 2023. Me despierto de un sobresalto y me doy cuenta de que he estado soñando. Lo hago con dificultad, como si hubiera tenido una pesadilla, aún oigo el ruido de las máquinas. Me siento y pienso en cómo será nuestro futuro y cómo cambiará nuestras vidas. Quizá deberíamos preguntarnos qué es lo que nunca cambiará.

Ciertamente las tecnologías nos ayudan y nos ayudarán cada vez más, pero lo que nunca cambiará es el metabolismo del olivo, sus necesidades, los problemas derivados de la sequía, la importancia del riego hoy y en el futuro. Ni el proceso bioquímico que hace que el zumo que contienen las aceitunas -esas microgotas incoloras, inodoras, insípidas, un mar de gotitas ricas en clorofila y carotenos, sustancias fenólicas y compuestos volátiles- se convierta en el aceite que siempre hemos reconocido. Tampoco cambiará nunca la necesidad de catar el aceite para entenderlo y contárselo a quienes lo van a consumir. Siempre estaremos nosotros, los consumidores, pero quizá deberíamos hacernos muchas más preguntas sobre nuestro futuro como trabajadores. ¿Qué papel desempeñará el trabajo del hombre en un futuro próximo? Después de 30.000 años de fructífera relación, ¿reemplazará el olivo al hombre por la IA como partner estratégico?