Según estas entidades, la almendra europea se posiciona como un referente de sostenibilidad, gracias a un modelo de producción como el europeo, que no sólo garantiza la calidad del producto, sino que también protege el medio ambiente. En un contexto de creciente preocupación por el cambio climático, la desertificación y la escasez de agua en España y otros países del Sur de Europa, este fruto seco típicamente mediterráneo emerge como una solución natural y eficaz para enfrentarse a los desafíos medioambientales del presente y del futuro.
Es el caso de la desertificación que amenaza a la Península Ibérica, que tiene unos 9 millones de hectáreas en riesgo “alto” o “muy alto”, según el Ministerio para la Transición Ecológica. Las sequías prolongadas y la erosión del suelo son dos de los factores principales en este proceso. En cuanto al segundo, la pérdida media anual de suelo agrícola en España está en torno a las 30 toneladas hectárea/año, cuando el máximo tolerable rondaría las 2 y las 3 toneladas hectárea/año, según dicho Ministerio.
Sin embargo, en regiones donde las lluvias torrenciales son cada vez más frecuentes, los cultivos de almendros actúan como una barrera natural que protege la tierra. Una función especialmente relevante en laderas en pendiente, donde se sitúan muchos almendros en España.
De hecho, un estudio europeo llevado a cabo en 2008 en la Región de Murcia y en Italia, descubrió que este árbol “es capaz de proteger el suelo en zonas de la cuenca Mediterránea y similares, que presentan un riesgo elevado de degradación”. Los responsables del proyecto apuntaron que el mantenimiento de este cultivo “tiene una influencia positiva debido a una mayor actividad microbiana".
Además, un 79% de las más de 800.000 hectáreas de este cultivo en España y Portugal se encuentran en secano. Por lo que el almendro europeo, según han destacado, también ayuda a afrontar las sequías crónicas en diversas zonas de estos países amenazadas por la desertificación. Y actúa como un cortafuegos natural, ya que estas plantaciones evitan en buena medida la propagación de las llamas.

Un sector sostenible por partida triple
SAB-Almendrave y CNCFS han recordado que la almendra europea se cultiva bajo estrictas normativas que garantizan prácticas agrícolas responsables, el uso racional de los recursos naturales y la protección de la biodiversidad. Además, muchas de estas explotaciones están certificadas como ecológicas, y el cultivo es económica y socialmente sostenible, pues proporciona recursos y oportunidades de crecimiento a zonas rurales en riesgo de despoblación.
A su juicio, su sostenibilidad también se refleja en su contribución a la economía circular. Desde la cáscara hasta la piel, todas las partes del fruto pueden aprovecharse, en forma de alimento, biomasa para generar energía o excipientes para medicamentos. Y los beneficios de la almendra europea no se limitan al medio ambiente, pues cuenta con un perfil nutricional muy completo y unas variedades que le dan un sabor y una textura únicas, como las guara, constantí, belona, lauranne o penta.