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AOVE, el superalimento del pasado, del presente y del futuro

AOVE, el superalimento del pasado, del presente y del futuro

Juan Gadeo
Presidente del Consejo de Administración de Grupo Interóleo

Por superalimentos se entienden aquellos que poseen efectos positivos en la salud humana por su composición y naturaleza. Los superalimentos se componen de ácidos grasos, minerales y antioxidantes que permiten a nuestro cuerpo fortalecer el sistema inmune, ayudan a desintoxicarlo y reducen el riesgo de enfermedades crónicas.

La reflexión que surge es si el paso del tiempo convierte a determinados alimentos en superalimentos. Superalimentos, alimentos funcionales… son nuevas terminologías para alimentos que llevan con la Humanidad desde hace siglos. Las evidencias científicas demuestran que el cultivo del olivo está implantado en el Mediterráneo desde el 3.500 a. C. Evidentemente, en tiempos pretéritos no existían las técnicas de mercadotecnia ni los conocimientos actuales de nutrición y salud, pero el espíritu de supervivencia del ser humano le ha llevado en todas las épocas a tener una alimentación que le permitiera disponer de todos los nutrientes necesarios.

El aceite de oliva no es que sea el superalimento del siglo XXI, sino que es el único que lleva siendo un superalimento desde que el ser humano se inició en la agricultura. Es obvio que todos queremos vivir más y mejor. Las grasas vegetales son necesarias para engullir los alimentos proteicos de manera mas fácil. Además, su contenido en ácidos grasos monoinsaturados y compuestos fenólicos posee numerosos efectos beneficiosos para la salud que han sido y son suficientemente enumerados en multitud de artículos científicos. Por todo ello, el ser humano lo emplea desde hace siglos, fundamentalmente en aquellas zonas geográficas donde se ha desarrollado el cultivo del olivo.

Apostar y defender su consumo como superalimento del futuro no es ninguna novedad naif, ni una nueva apuesta de marketing de la industria alimentaria. A veces el mejor marketing consiste en repetir lo que ha tenido éxito, y no es casual que el aceite de oliva lleve más de 20 siglos como parte importante de la alimentación humana.

Un superalimento que trasciende el tiempo

Sin duda, las grandes palancas para promover el aumento del consumo del aceite de oliva a nivel mundial son su uso gastronómico adaptado a cada cultura y sus efectos saludables. Si bien en los países productores los vaivenes del consumo están asociados a la evolución del precio, en zonas no productoras el objetivo debe ser la adecuación del aceite de oliva a los usos y costumbres culinarias de dichas áreas. Generar una cultura de alimento saludable asociado a prácticas de cultivo sostenible, responsables con el entorno y el modo de vida de miles de familias y zonas geográficas, debería ser el nexo de unión con consumidores cada vez más sensibilizados con tales aspectos. Tratarlo como un producto commodity e impersonal es sin duda una estrategia muy poco responsable por parte de aquellos que la llevan a cabo. El sector primario es fundamental para el desarrollo de las sociedades y su mantenimiento depende de que quienes la practican puedan vivir de ella dignamente.

Alimentar al mundo no es una cuestión baladí, y no pueden anteponerse las cuentas de resultados de las grandes corporaciones de la distribución a la subsistencia de quienes producen alimentos. Contamos con un producto excelso, sensorialmente muy interesante, con multitud de posibilidades gastronómicas y con elevados componentes altamente beneficiosos para nuestro organismo, que proviene de un cultivo que es uno de los mayores sumideros de CO2 del planeta, que evita la desertización de las tierras donde está presente y que permite que las zonas rurales puedan seguir subsistiendo.