El país se hunde y es todo por culpa del aceite de oliva. El precio del azúcar ha subido un 44,2% desde 2022, pero “el aceite de oliva es un producto de lujo”; la mantequilla se ha incrementado un 37,7%, pero “el aceite de oliva es un producto de lujo”; las salsas y condimentos cuestan hoy un 33,8% más, pero “el aceite de oliva es un producto de lujo”... Ahora cobra más sentido que nunca aquello que decía Goebbels acerca de que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Este verano, para los medios generalistas, ha sido el del aceite de oliva como producto gourmet. De hecho, la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) está tan preocupada por este tema que ha escrito un artículo ofreciendo al consumidor alternativas a esta grasa, asegurando que “si tenemos en cuenta la frecuencia con la que este alimento es usado en nuestra cocina y su precio actual, las cuentas, sencillamente, no salen”. Porque, claramente, pagar un 88% más en la factura de la luz -ese fue el aumento de su precio en 2022-, sí que nos equilibra las cuentas mensuales. O pagar un 40% más por calentar el agua de la ducha, que es lo que se incrementó el gas el último invierno.
Como ya nos hemos acostumbrado a que el aceite de oliva sea el comodín de supermercados y telediarios para justificar todas las desgracias del mundo, en el sector no hacemos nada contra esta campaña de desprestigio. ¿Es que nadie se ha planteado si antes el aceite de oliva era demasiado barato? Porque siempre se trata desde un punto de vista culinario, pero los tabloides y programas de televisión pocas veces destacan sus infinitas bondades saludables.
También puede ser que los gigantes de la alimentación procesada -diez compañías tienen el monopolio absoluto de todos los alimentos envasados que consumimos en el mundo- presionen mucho para que no se hable de sus incrementos. Porque no veo a nadie en las calles protestando porque los cereales de sus hijos cuestan un 12% más pese a haber reducido el producto de 450 gramos a 375 gramos -¿puede haber una medida más cutre?-. Eso por no hablar de que la lista de ingredientes de estos envases son una vía directa a convertirse en adultos con hipertensión y diabetes...
Pero no, amigos, el problema reside en el aceite de oliva, que está muy caro. No como la vida diaria, que está muy barata, y a la gente le encanta pagar un 40% más por su hipoteca que hace dos años.
Deberíamos ponernos un poco más en alerta o dentro de nada veremos todos los esfuerzos de los últimos 20 años reducidos a “el aceite de oliva es un producto de lujo”. Espabilemos de una vez.