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El supermercado del futuro

El supermercado del futuro

Por Felipe Medina
Secretario general técnico de ASEDAS

Vivimos un tiempo de grandes cambios que afectan al conjunto del sistema productivo y, por supuesto, también al comercio. La “triple transformación” que la distribución alimentaria está abordando se refiere a la economía circular, a la digitalización y a la formación y creación de talento. Todos estos procesos están relacionados y no se sostienen los unos sin los otros.

Así, el supermercado del futuro va a ser un supermercado en el que todos o la gran mayoría de los recursos se devuelvan y reutilicen en el sistema productivo, alcanzando el ideal de emisiones cero. A ello ayudará una gran carga tecnológica en los procesos operativos que, gracias a la Inteligencia Artificial, al blockchain y al Big Data, contribuirán a un mejor control del surtido, del uso de la energía, y a la optimización de la logística. Y, por supuesto, detrás de todo ello estarán las personas. Empleados formados específicamente en los diferentes procesos -desde compras a reciclaje, pasando por la atención al cliente y otros muchos- que hacen posible que, cada día, millones de consumidores tengan muy cerca de sus casas la posibilidad de hacer una compra completa y variada de alimentación y productos de higiene.

¿Serán los consumidores conscientes de toda esta complejidad tecnológica y laboral que, cada vez más, existe en la trastienda del supermercado? ¿Qué verán dentro de unos años cuando acudan a hacer sus compras cotidianas? Aunque la tentación de dibujar el boceto de una tienda dominada por las máquinas -robots, cajas automatizadas, etc.- es fuerte, la realidad no será probablemente tan disruptiva, aunque sí más eficiente en términos de servicio al consumidor. El motivo es que la gran carga tecnológica que trae consigo la transformación de la distribución alimentaria sólo tendrá sentido si nos ayuda a alcanzar la excelencia en el servicio al consumidor.

Por lo tanto, el supermercado del futuro será un supermercado en el que los clientes encuentren respuesta a sus inquietudes en torno a la alimentación. Éstas están relacionadas con el control del desperdicio alimentario -ajustando las cantidades de los productos a las necesidades e innovando en envases que contribuyan a la conservación-; con el interés por llevar una dieta variada y saludable -adaptada a las necesidades y gustos nutricionales de cada uno-; con el conocimiento del origen y modo de producción de los alimentos; y con el uso de diversos canales de compra en función de la conveniencia, entre otros.

En este contexto de cambios, cabría preguntarse si el consumidor seguirá demandando aceite de oliva. La respuesta es clara: el aceite de oliva es uno de los ejes de la Dieta Mediterránea y, por lo tanto, responde al interés de los consumidores por adoptar una dieta saludable. Dicho esto, hemos de tener en cuenta otros factores relacionados con la demanda de información sobre el origen y la producción, acerca de las características nutricionales del producto, sobre las cantidades recomendadas de la ingesta, etc. Asimismo, el binomio calidad-precio seguirá estando muy presente en las decisiones de compra.

Además, sabemos que la media de edad de la población española va a incrementarse en los próximos años -por lo que el supermercado seguramente evolucionará hacia un “centro de servicios” donde los mayores puedan realizar gestiones que van más allá de la compra de alimentación- y también que existe un gran interés por diversificar los lugares de residencia y desarrollo territorial -por lo que tenemos que seguir llegando a todos los rincones de España-.

Así pues, el supermercado del futuro será muy similar al que conocemos hoy en día: cercano, moderno, con una oferta de alimentación y productos de higiene completa, variada, segura y a precios competitivos. Pero, además, será muy tecnológico, será circular y estará, todavía más, enfocado al servicio al consumidor.