En Roma, el verano no era una estación más, sino que se representaba bajo la forma de una mujer joven y fuerte, coronada de espigas y vestida de amarillo. Los textos antiguos vinculaban a ciertos dioses con estaciones concretas, y la pareja elegida para el estío era Ceres, responsable también de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. De hecho, de ella reciben su nombre los cereales (¡a la cama no te irás sin saber una cosa más!).