Cuando en su taller de Les Lauves había tenido una buena sesión, a la caída de la noche, bajaba hasta la puerta, miraba dormirse sus días, su ciudad. El olivo le esperaba. La primera vez que había ido allí, antes de comprar el terreno, enseguida se fijó en él. Había mandado rodearlo con un murete, mientras construían, para protegerlo de golpes. Y ahora, el viejo árbol crepuscular tenía como una mirada de savia y perfume. Lo tocaba. Le hablaba. Y por la noche, al despedirse de él, a veces lo abrazaba. [...] Cézanne, solitario, escuchaba al olivo. La sabiduría del árbol le entraba en el corazón. 'Es un ser vivo', me decía un día, 'lo quiero como a un viejo compañero... Lo sabe todo de mi vida y me da consejos excelentes... Me gustaría que me enterraran a sus pies...".Cartas sobre Cézanne, de Joachim GasquetaFeliz verano a todos nuestros suscriptores, amigos y a todos esos viejos olivos que nos rodean y nos cuidan sin darnos cuenta.