Las recientes elecciones a la presidencia de Estados Unidos han provocado numerosas llamadas de la prensa con la misma pregunta: qué candidato beneficiaría más al sector de la aceituna de mesa, aunque en realidad se daba por hecho que la respuesta sería Biden. Todos los periodistas sin excepción han puesto el foco en Estados Unidos, en las expectativas que podrían abrirse con uno u otro candidato, olvidándose de la UE.
En mi opinión, es mucho más importante lo que haga o deje de hacer la UE que el cambio o no en la titularidad de la presidencia de Estados Unidos. Esto es así porque la actitud de la UE y del Gobierno de España ha sido muy tibia, y no ya desde la imposición de los aranceles del 25% como consecuencia del conflicto aeronáutico, sino desde el inicio de las investigaciones contra la aceituna negra en julio de 2017.
Como nuestro Gobierno se ha limitado a apoyar públicamente todo lo que hacía -o mejor decía- la UE, el Ejecutivo español es igualmente responsable de su falta de acción. Tanto Bruselas como nuestro Gobierno han permitido que Estados Unidos llevara a cabo unas investigaciones arbitrarias y abusivas contra la aceituna negra que tenían por objeto obligar al sector a bajar los brazos -en este caso debe entenderse como el sector a Asemesa, que es la que lo ha defendido desde el primer momento mientras el resto se ponía más bien de perfil, así como los demás sectores agroalimentarios, temerosos de verse salpicados-.
La respuesta del Gobierno siempre era la misma: estamos pidiendo la máxima firmeza y contundencia, pero los hechos decían todo lo contrario más allá de alguna carta enviada por la UE al Gobierno de Estados Unidos. Hasta tuvimos que aguantar que la anterior comisaria de Comercio anunciara su intención de sacar del cajón unas posibles sanciones de 4.000 millones de dólares contra Estados Unidos aprobadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) derivadas de una disputa sobre derechos de propiedad intelectual que por supuesto volvió a meter en el cajón sin hacer nada.
Como era de esperar impusieron los aranceles del 35% a la aceituna negra y tuvimos que intensificar la campaña de comunicación a través de la prensa europea para conseguir que la UE denunciara a Estados Unidos ante la OMC. Su trabajo costó. Estoy convencido que si no es por esta campaña no lo habrían hecho y nos habrían sacrificado, como lo han venido haciendo defendiendo a Airbus y abandonando a los sectores agroalimentarios.
Luego vinieron los conocidos aranceles del 25% a los productos agroalimentarios debido al conflicto aeronáutico, y la UE -con el apoyo al 100% de nuestro Gobierno- decidió no hacer nada hasta que no se resolviera el caso Boeing esperando que, como nos decían, se impusieran a Estados Unidos unas sanciones de una cuantía similar a la del caso Airbus. Pero no ha sido así, se han quedado en 4.000 millones de dólares frente a los 7.500 autorizados al país norteamericano, aunque finalmente la UE en esta ocasión ha ido adelante con los aranceles. Ha debido ser un milagro. Mientras tanto, todos los productos afectados por los aranceles hemos sufrido y seguimos sufriendo las consecuencias de las ayudas al sector aeronáutico.
Le pedimos a la UE y al Gobierno de España que no contestaran con la misma moneda y que, por tanto, no impusieran aranceles a los productos agroalimentarios norteamericanos por coherencia con lo que estamos sufriendo. Les planteamos que si tenía que haber aranceles, se aplicaran al sector aeronáutico y no a los agroalimentarios pero, para variar, no ha servido de nada.
Ahora tenemos que ver la reacción de Estados Unidos ante las medidas tomadas por la UE, que es la que, con independencia del signo del gobierno norteamericano, tiene que actuar y defender a sus sectores, justo todo lo contrario de lo que ha hecho en los últimos años con la aceituna de mesa. En cualquier caso, la solución del conflicto es muy fácil, bastaría con demostrar que ya no se otorgan ayudas ilegales a Airbus para que se eliminen los aranceles. Así de sencillo.