España es el primer país productor de aceite de oliva en el mundo y eso para nuestro sector supone una gran responsabilidad y una apuesta por la mejora constante. En las últimas décadas la producción ha aumentado progresivamente, gracias al manejo eficiente de las explotaciones, la transformación tecnológica en el proceso de elaboración del producto en las almazaras y la apuesta por la promoción y la investigación.
El sector productor español se caracteriza en general por su excesiva atomización y dispersión geográfica. El número de almazaras supera las 1.800 y aproximadamente el 50% de las almazaras son de naturaleza cooperativa. Las socias y socios de las 925 cooperativas producen en torno al 65% del aceite.
Ante la dispersión de la oferta y teniendo en cuenta el potencial comercializador con el que cuenta el sector, desde el cooperativismo agroalimentario hemos considerado la integración como requisito clave para mejorar la rentabilidad de los agricultores. Por ello, hemos impulsado procesos de concentración e integración de las almazaras en cooperativas de segundo grado para obtener un mayor poder de negociación frente a las empresas situadas en los siguientes eslabones de la cadena agroalimentaria.
El nivel de integración de la oferta en las cooperativas oleícolas se puede calificar como importante y relevante en el panorama empresarial, aunque claramente mejorable. En la actualidad, las cuatro cooperativas lideres concentran el 28% de la facturación total de las cooperativas del sector. Sin duda, es desde la dimensión donde se puede obtener mayor competitividad así como realizar las inversiones en tecnología y procesos, y trasladar al ámbito de la producción los avances tecnológicos para su aplicación. La implantación de herramientas vinculadas con la digitalización y la inteligencia artificial generan grandes expectativas.
No podemos olvidarnos de nuestro objetivo, que es lograr la máxima rentabilidad de nuestros socios. Por ello, ante las fluctuaciones del mercado debido principalmente a las cambiantes condiciones climatológicas y a la “vecería”, desde el sector productor se ha demandado históricamente disponer de mecanismos de adecuación de oferta y demanda para conseguir un mayor equilibrio en el mercado. Tras muchos años de trabajo y propuestas por parte de Cooperativas Agro-alimentarias para lograr el mayor consenso posible, se ha logrado que los Estados Miembros puedan poner en marcha mecanismos de regulación para conseguir, en circunstancias determinadas, un reequilibrio del mercado. Es importante que un sector como el del aceite de oliva, motor de nuestra economía y sustento de cientos de miles de familias de nuestro país, cuente con una herramienta que deberá ser utilizada en momentos clave con el fin de garantizar en todo momento su viabilidad económica y mantener su liderazgo.
Nuestro aceite cumple los estándares de calidad y seguridad alimentaria más rigurosos del mundo y los beneficios de su consumo están científicamente demostrados, así que solo nos queda comunicarlo para que los consumidores lo conozcan, lo valoren y comience a formar parte de su dieta en países como EEUU, Brasil, Japón y China con un gran potencial de crecimiento. No debemos dejar pasar esta oportunidad porque hay otros países, como Túnez, Argelia, Marruecos y Turquía, que se perfilan como importantes competidores en el mercado internacional, con inversiones cada vez mayores y una mayor apuesta por la calidad.
El sector se encuentra en plena evolución, y el consumo mundial muestra una tendencia alcista. Tenemos mucho margen de crecimiento teniendo en cuenta que, en el conjunto de los aceites vegetales, el aceite de oliva no representa más del 2% sobre el total. Lideramos la producción y la comercialización, hemos avanzado notablemente en la investigación y ahora debemos impulsar la imagen de nuestro aceite. Lograr el reconocimiento del aceite como producto de España es el gran reto del sector.
