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Acerca del cambio climático en el olivar

Acerca del cambio climático en el olivar

Xavier Rius
Corporate Technical & Sales Support Manager de Agromillora Group

El cultivo del olivo es una de las principales actividades agrícolas en muchas regiones mediterráneas que, por sus características climáticas, ya presentan unos riesgos intrínsecos elevados: sequías prolongadas, perdida de materia orgánica en el suelo, erosión, desertificación y reducción de los recursos hídricos. Acciones cuyos efectos negativos se verán acelerados y aumentados por efecto del cambio climático. Algunas de las consecuencias inmediatas pueden ser el incremento de costes productivos, la disminución de la producción y, en determinadas situaciones, el abandono de las parcelas. Por el momento, las consecuencias previsibles del cambio climático en el olivar son diversas y afectan al desarrollo del olivo y al aceite producido.

Los ajustes al cambio climático van a suponer una mayor inversión en la puesta en marcha del proyecto olivícola (pozos más profundos, mejores sistemas de filtrado, mayor dimensionado de las almazaras, etc.) y unos costes superiores durante la gestión anual, por lo que los costes de producción de un litro de aceite van a ser superiores que en la actualidad.

El nivel y la extensión del incremento de las temperaturas, junto con el impacto de la reducción y variación de la distribución de las lluvias, serán los factores clave que tendrán un mayor impacto y requerirán de unas estrategias de adaptación. Los olivicultores, la comunidad científica y la Administración de cada región tendrán que desarrollar estrategias de adaptación a las situaciones futuras. La inversión en I+D+i se antoja fundamental para facilitar la adaptación de los olivicultores al cambio climático y definir unas mejores prácticas y reglamentaciones, además de ofrecer herramientas de adaptación. Estas adaptaciones al cambio climático deben considerarse como parte de la estrategia de cada empresa olivícola en la planificación a largo plazo.

La posibilidad de adaptarse al cambio climático depende de la habilidad de utilizar los recursos existentes -y nuevos- para incrementar la productividad y el beneficio económico sin disminuir los recursos naturales existentes, es decir, producir de manera sostenible. Los diferentes niveles de adaptación incluyen el ajuste de las prácticas de manejo actuales e incorporación de nuevas tecnologías; un cambio en los sistemas de producción; y reubicar la producción en zonas más favorables, aunque ello signifique un aumento de la complejidad, coste y riesgo de la empresa agrícola.

El proceso de adaptación incluye la mejora en las prácticas de riego; gestión y regulaciones por parte de las administraciones en el uso eficiente del agua; y cambio a variedades de olivo que aporten más beneficio y, en consecuencia, una revalorización del volumen de agua utilizada. Por último, cabe destacar que el hecho de que el olivo sea una especie mucho más rústica que la mayoría de los frutales (manzanos, perales, almendros), con unas necesidades significativamente menores de agua y una mayor resistencia a la salinidad, podría invitarnos a pensar en el futuro en un aumento de la superficie del olivar debido al arranque de las otras especies frutales.