Brasil es el quinto país más grande del mundo en términos de extensión territorial y con sus recursos naturales (biomas, hidrografía, clima y suelos fértiles) es uno de los grandes protagonistas de los agronegocios a nivel mundial. En 2018, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el área utilizada para la agricultura en Brasil se situaba en alrededor del 7,8% del territorio (62,5 millones de hectáreas).
La expansión del sector agrícola en Brasil y la demanda del consumidor de productos que generan menor impacto ambiental han obligado a las cadenas productivas a impulsar los tres pilares de la sostenibilidad: desarrollo social, económico y ambiental. El uso de estos conceptos en la forma de producir alimentos, a través de sistemas agrícolas tradicionales, permite preservar los recursos naturales del país, tales como el agua y el suelo, y asegura la salud de los ecosistemas de apoyo.
Según la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), el uso de agua en áreas rurales representa actualmente el 83% de la demanda total de extracción de agua brasileña, de la cual el 72% se destina a riego.
El cultivo del olivo en Brasil es una actividad relativamente reciente que, afortunadamente, requiere poca necesidad de riego, debido a las cantidades de precipitaciones anuales, que pueden variar entre 1.000 y 2.000 mm., dependiendo de la región. Los desafíos de producir aceite de oliva y aceitunas en este país se centran en cuestiones de suelo y clima que aún requieren un aprendizaje constante.
Una de las empresas más importantes de este sector en Brasil es la productora de la marca Sabiá que, por primera vez en la historia, situó su aceite de oliva Blend Especial entre los 10 mejores AOVEs del mundo en la edición de este año de la Guía EVOOLEUM. Sabiá da Mantiqueira es un aceite de oliva virgen extra Premium, producido en pequeños lotes en la ciudad de Santo Antônio do Pinhal, en el Estado de São Paulo, así como en Encruzilhada do Sul, en el Estado de Rio Grande do Sul. El proyecto del fabricante, que comenzó en 2014, incluye la búsqueda constante de prácticas productivas sostenibles, con inversiones enfocadas en la instalación de paneles de energía solar, tratamiento de efluentes en sitio y uso de huesos de aceituna para la producción de energía.
Con los residuos vegetales del proceso de extracción también se realiza un tratamiento especial para la creación de abono orgánico. Todas las aguas residuales son tratadas y luego reutilizadas para riego. Incluso las hojas del olivo se utilizan para el compostaje. En 2023, la empresa inaugurará su nueva planta de extracción con una estructura diseñada para obtener una orientación solar y control de temperatura favorable, que además contará con una cubierta ecológica, favoreciendo la absorción del ruido y el confort térmico.
La inversión en prácticas agrícolas que fomentan una mirada más consciente hacia una producción limpia, con aplicación continua de una estrategia ambiental integrada, beneficia mucho al sector para seguir evolucionando de forma equilibrada y sostenible. Depende de cada uno de nosotros buscar alternativas y difundir esta cultura permanentemente.
