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El necesario reconocimiento ambiental del cultivo del olivo como mitigador del cambio climático

El necesario reconocimiento ambiental del cultivo del olivo como mitigador del cambio climático

José Mª Penco
Director de la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO)

En la última encuesta realizada en la primavera de 2022 sobre las principales preocupaciones de los habitantes del mundo, llevada a cabo por el prestigioso centro de investigaciones Pew Research Center (PRC) de Washington, el cambio climático aparece muy en primer lugar como la mayor amenaza del planeta, siendo así considerado por más del 75% de los encuestados.

La COP27, que acaba de celebrarse en Egipto (noviembre de 2022) en plena crisis energética, ha concluido que todavía es posible conseguir que el aumento de la temperatura global media en este siglo no supere los 1,5°C (objetivo del Acuerdo de París, 2016), pero para ello deberá descarbonizarse más intensamente el planeta, mejorarse la ayuda económica a los países más pobres y conseguir el compromiso definitivo de los más ricos. La estrategia para este fin no puede ser otra que reducir la emisión de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), unido, y esto es una novedad, en mirar a la naturaleza como solución.

Según los expertos, no se puede hablar de clima sin hacerlo de biodiversidad. En este sentido, se ha acordado potenciar los principales sumideros de carbono que son nuestros océanos y nuestros bosques… y es ahí donde debemos reivindicar nuestra arboleda, nuestro bosque cultivado, nuestro olivar mediterráneo.

Como ya es bien sabido, un olivar donde se practique un adecuado manejo supone un sumidero de carbono o, dicho de otro modo, la producción de aceite de oliva virgen y aceituna de mesa, lejos de suponer una actividad productiva emisora neta de GEI, puede ser un importante sumidero de CO2 si consideramos el balance total desde el árbol al lineal. Diversos estudios así lo han demostrado con datos muy esperanzadores: la producción de un kilo de aceite de oliva, cuando se hace un manejo sostenible, puede secuestrar más de 10 kg. de CO2.

Y esta conclusión nos debe llevar a dos consecuencias positivas e inmediatas para el cultivo del olivo y la actividad productiva de aceite de oliva virgen y aceituna de mesa:

  • En primer lugar, puede y debe suponer un valor extraordinario para nuestros potenciales consumidores, los ciudadanos del mundo que en más de un 75% opinan que el cambio climático es su principal problema. Debemos comunicarles, a los que eligen cada día entre unas y otras grasas, que si optan por el aceite de oliva estarán contribuyendo a mitigar el calentamiento global. Así, tenemos otro potente argumento de venta, que se une a los valores diferenciales clásicos de nuestro zumo de aceituna como son la salud y la gastronomía.
  • En segundo lugar, podemos y debemos poner encima de la mesa de los políticos europeos que de la misma forma que “el que contamina paga”, el que descontamina debe cobrar una ayuda diferencial por contribuir a mejorar el balance de carbono (Kioto, 2005). Y esto lo debemos plantear con números claros sobre los créditos de carbono que deberían tener un encaje económico definitivo y debidamente dotado en el presupuesto europeo destinado a la mitigación del cambio climático.

En estudios previos realizados por AEMO, este cheque que debería percibir el olivarero anualmente por cultivar su bosque de olivos podría valorarse entre los 300 y 400 euros por hectárea, siempre que, como se ha dicho, se practiquen las labores de cultivo adecuadas para que el balance neto de carbono resulte favorable. Para conseguir este fin seguiremos trabajando desde los municipios del olivo, junto a otras instituciones y asociaciones del sector oleícola.