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Los aceites de las nuevas variedades del futuro

Los aceites de las nuevas variedades del futuro

Por José Antonio Torres
Químico oleólogo y CEO de EVOLEO

No sé si se han percatado, pero estamos viviendo la 4ª Revolución Industrial. Se podría decir, parafraseando a Radio Futura, “que el futuro ya está aquí”. Efectivamente, la aplicación de herramientas de la Industria 4.0 como la sensorización, Big Data, IA, blockchain, realidad virtual y realidad aumentada están cambiando la forma en la que las empresas producen, gestionan, comunican y comercializan sus artículos adaptándolos a la demanda de un nuevo consumidor digitalizado, muy informado, que busca productos de calidad, saludables y responsables con el medio ambiente.

El reto para un sector tan tradicional como el del aceite de oliva no es sencillo. Sin embargo, las nuevas tecnologías y su aplicación en agronomía, producción, marketing y comercialización pueden ser la oportunidad que estábamos esperando para situar nuestro oro líquido en el lugar que merece. No va a ser fácil, ya que cualquier cambio supone vencer muchas resistencias y salir de la zona de confort. Aun así, pienso que es posible, ya que tenemos argumentos suficientes en forma de ventajas nutricionales y calidad sensorial de nuestros aceites, y hay talento joven esperando una oportunidad y deseando desarrollar su potencial. En este sentido, uno de los desafíos para el sector es afrontar la transformación y modernización de los cultivos, buscando la rentabilidad a través de la eficiencia de los procesos, la optimización de recursos y la diferenciación.

En la actualidad, más del 50% del olivar plantado corresponde a las variedades picual y arbequina, representando esta última el 90% de las nuevas plantaciones en seto. Con estos datos, y siendo conscientes de la complejidad del entorno actual, se antoja necesario diversificar. Debemos incorporar nuevas variedades adaptadas si queremos conseguir producciones y precios más estables y ofrecer al mercado alternativas que aporten calidad química y organoléptica alineadas con las exigencias de unos consumidores cada vez más exigentes. Ya existen empresas y centros de investigación públicos trabajando para que en un futuro próximo los agricultores puedan disponer de un catálogo de variedades, pudiendo seleccionar las más adecuadas a su terreno, atendiendo a factores agronómicos y de recursos hídricos, sin olvidar otros aspectos como la extractabilidad en la almazara y calidad final de los aceites, en busca de diferenciación, rentabilidad y responsabilidad ambiental. Además, podrían diseñarse variedades adaptadas a los gustos de diferentes culturas y países para que los aceites obtenidos pudiesen ser incorporados en sus platos y dieta por su valor nutricional y sensorial.

Igualmente, y aunque está más que demostrada la capacidad del virgen extra para prevenir la aparición de episodios cardiovasculares agudos, los avances en nutraceútica y nutrigenómica podrían llevar al aceite de oliva virgen un poco más allá, proveyendo a la industria farmacéutica de nuevas variedades con nutrientes y compuestos bioactivos que, usando el aceite como medio para la absorción por el organismo, ayudasen a tratar ciertas enfermedades. Serían productos con mayor eficiencia, biodisponibilidad, estabilidad y sin efectos secundarios.

Por otro lado, el uso de energías limpias es una necesidad y está en auge. En esta línea, la agrovoltaica podría ser una realidad y una vía para rentabilizar más aún los nuevos cultivos. En este escenario no tan futurista, el olivar de montaña, como no puede ser de otro modo, seguiría formando parte de nuestro paisaje, pero sería rentable y apreciado por su respeto por el medio ambiente y la calidad y singularidad de sus aceites. Obviamente, todo lo expuesto anteriormente no será posible sin las nuevas generaciones de agricultores, jóvenes empresarios oleícolas comprometidos con el sector y con la innovación.