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Variedades para el olivar del futuro

Variedades para el olivar del futuro

Por Raúl de la Rosa y Lorenzo León
Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC) y Centro IFAPA Alameda del Obispo de Córdoba

En la mayoría de los cultivos existe desde hace décadas una tendencia imparable a la mecanización. En el olivo, esta tendencia ha provocado que el cultivo en seto -con recolección totalmente mecanizada- se imponga en gran parte de las nuevas plantaciones que se realizan actualmente en España y en otros países olivareros.

Uno de los inconvenientes más importantes de este sistema de cultivo es la escasa disponibilidad de variedades que realmente se adapten a la formación en seto. De las variedades tradicionales, sólo arbequina y arbosana -que tiene a arbequina como uno de sus parentales- poseen un porte y una flexibilidad de ramas adecuada al seto y a la recolección con máquinas cabalgadoras. Otras variedades como manzanilla cacereña y hojiblanca se han plantado en seto, sobre todo pensando en la producción de aceituna de mesa; pero hay que tener presente que el hábito de crecimiento de estas dos variedades, y de otras tradicionales, dificulta el correcto manejo de los setos y el control del volumen de copa, lo que puede comprometer la producción alta y estable de los setos.

En los últimos años se han realizado, hasta el momento sin éxito, ensayos en diferentes países tratando de identificar otras variedades tradicionales que se puedan adaptar al cultivo en seto. Esta escasez de variedades realmente adaptadas al seto ha provocado el desarrollo de programas de mejora genética y que hayan ido surgiendo nuevas variedades seleccionadas específicamente para su cultivo en seto. La primera registrada en España fue sikitita, fruto de la colaboración entre la Universidad de Córdoba y el IFAPA. Luego han aparecido otras como oliana, lecciana, I-15, sikitita2, martina, coriana y sultana, fruto de diversos programas de mejora, públicos y privados. Y todo hace indicar que el número de nuevas variedades va a crecer en los próximos años.

Sin embargo, la experiencia de casos previos de nuevas variedades -no sólo en olivo, sino en otros frutales- aconseja que la difusión de éstas se realice poco a poco, con la debida precaución y valorando su adaptación a las diferentes condiciones que se van a encontrar. Los estudios realizados durante los últimos 15 años en el IFAPA indican la complejidad para caracterizar una variedad de olivo con un nivel de productividad, rendimiento graso o composición del aceite determinada. Estos caracteres, aunque tienen una indudable influencia genética -inherente a la variedad-, varían mucho de unas condiciones ambientales a otras. Esto obliga a realizar una experimentación local para determinar la variedad que mejor se adapta a unas condiciones ambientales determinadas y las posibles limitaciones para el cultivo de las diferentes variedades. Además, en el olivar en seto, a partir de los 8 ó 9 años pueden surgir problemas agronómicos tales como carencias nutricionales, envejecimiento de ramas, respuestas vegetativas a podas severas, etc., que habría que estudiar en las nuevas variedades antes de dar por finalizada su evaluación. La experimentación en este sentido es limitada, por lo que las recomendaciones deben tomarse con cautela, en particular cuando se trata de comparar entre variedades que no han sido probadas bajo las mismas condiciones experimentales.

Por otro lado, en un entorno de cambio climático como el actual se hace muy necesario que el olivar del futuro se base en plantaciones multivarietales, sobre todo en fincas de mediana o gran extensión. Dado que todas las variedades van a tener ventajas e inconvenientes, el uso de varias de ellas en una misma finca nos va a permitir la diversificación del riesgo ante un escenario climático poco previsible.

Pero no hay que olvidarse del enorme y magnífico tesoro varietal que los agricultores han ido generando con el paso de los siglos y que nos ha ofrecido aceites de oliva vírgenes extra ciertamente excepcionales. Ya no sólo las muy conocidas picual y hojiblanca, sino que otras menos extendidas como pajarero, royal de Cazorla o la milenaria lechín de Granada; o casi desaparecidas, como amargoso, datilero, olivo de Maura o racimal de Jaén, también pueden tener su hueco en el futuro del olivar español.

Para ello habría que otorgar valor a las características organolépticas peculiares de sus AOVEs y a su cultivo, en muchos casos en terrenos difíciles y con un importante componente social y ambiental. Por último, es muy posible que este patrimonio varietal heredado nos ofrezca variedades poco conocidas que se puedan adaptar al olivar en seto del mismo modo que arbequina o utilizar como parentales en cruzamientos destinados a obtener nuevas variedades con adaptación a este sistema. Una cuestión esta de gran importancia desde el punto de vista de la mejora, dado que todas las variedades modernas anteriormente citadas llevan arbequina en su pedigrí por ser descendientes directas o de segunda generación de ella (hijas o nietas), lo que puede conducir a una homogeneidad genética en el olivar del futuro que no es nada deseable.

En definitiva, y ante el escenario de incertidumbre económica y climática que vivimos, el olivar del futuro debiera apostar por variedades que ofrecieran un plus, ya sea de eficiencia productiva, calidad diferenciada o protección del medio ambiente, como medidas para asegurar su viabilidad a largo plazo.