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La transformación de las industrias del sector oleícola en bio-industrias

La transformación de las industrias del sector oleícola en bio-industrias

miércoles 27 de noviembre de 2019, 13:46h
A continuación publicamos un resumen de un trabajo sobre las estrategias para la transformación de las industrias del sector oleícola -almazaras y extractoras de aceite de orujo- en bioindustrias, realizado por el investigador de la Universidad de Jaén (UJA) José Antonio La Cal Herrera, galardonado recientemente con el primer premio en la octava edición del Premio de Investigación del Consejo Económico y Social de la Provincia de Jaén (CES Provincial).

El sector oleícola en su conjunto, al igual que otros sectores productivos de la economía, tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, los cuales se caracterizan por un incremento de la superficie de cultivo de olivar en todo el mundo; una caída de precios tanto del aceite de oliva como el de orujo; una bajada del precio de determinadas biomasas como el orujillo, debido, entre otras razones, a un descenso de la importación; una legislación ambiental cada vez más estricta; y una preocupación generalizada sobre las consecuencias del cambio climático, que también afecta al olivar, aunque en positivo, puesto que el olivo fija por término medio 10 kg. de CO2 por litro de aceite, siempre y cuando las prácticas de cultivo sean “sostenibles” (Fuente: COI). Además, es un proveedor de recursos energéticos de origen renovable (biomasa).Saco de hueso de aceituna de almazara tratado (limpio y seco)

Ante este panorama, plagado de oportunidades, el olivar y sus industrias deben ir incrementando progresivamente su funcionalidad, diversificando hacia otras actividades relacionadas con el sector, en este caso, basadas en la valorización de los subproductos que se generan tanto en el campo (restos de podas de olivar) como en las industrias, almazaras y extractoras de aceite de orujo (hueso de aceituna y orujillo).

Y ello, ¿por qué? Es decir, qué beneficios obtendrían los agricultores como consecuencia de este cambio, que se puede ver como disruptivo, aunque debe ser gradual. Pues bien, los beneficios son los siguientes, entre otros:

  1. Un aprovechamiento industrial de la fracción gruesa o leña de los restos de poda, la cual no representan prácticamente ingresos algunos para los agricultores. El objetivo sería transformarla en astilla para comercializarla para fines térmicos o utilizarla en las almazaras para valorizarla energéticamente mediante un proceso de gasificación, obteniendo energía eléctrica y térmica para autoconsumo de las propias industrias.
  2. Un incremento de la eficiencia productiva de la almazara. Una vez acabada la recolección, allá por los meses de marzo-abril, dependiendo de la cosecha, se pueden implementar otras actividades como, por ejemplo: la producción de astilla normalizada, la generación de energía eléctrica y térmica, o la obtención de biocombustibles sólidos normalizados a partir del hueso de aceituna; más allá de comercializarlo directamente sin someterlo a un proceso de secado y limpieza previo, es decir, con un menor valor añadido.
  3. Una reducción de costes energéticos, tanto eléctricos como térmicos (agua caliente para proceso, secado y calefacción de bodegas y oficinas). La actual legislación en materia de autoconsumo eléctrico permite consumir parte de la energía generada y exportar los excedentes a la red, percibiendo por ello un precio, en este caso, un precio de mercado sin incentivos.Astilla estandarizada de leña de olivo
  4. La generación de nuevos ingresos asociados a la venta de energía eléctrica excedentaria a la red, biocombustibles sólidos de calidad (astilla y hueso normalizados) y productos de alto valor añadido como “biochar” o pellets de hueso, entre otros.
  5. Una reducción de partículas a la atmósfera, en el caso de las extractoras de aceite de orujo, como consecuencia de secar con los gases de escape de motores alimentados con el gas procedente de la gasificación de orujillo.

En definitiva, un conjunto de ventajas que redundarían en una mejora de la competitividad directa del sector, además de una serie de ventajas indirectas asociadas a cuestiones medioambientales, tales como la reducción de emisiones de CO2 como consecuencia del uso de energía 100% renovable, como es la biomasa en este caso.

Para ello, es necesario introducir la innovación en el sector y, por supuesto, acometer inversiones, en algunos casos importantes, pero qué duda cabe que los retornos económico-financieros, en términos de empleo y medioambientales justifican, sobradamente, el esfuerzo que hay que hacer. Se trata, ni más ni menos, que de transformar los actuales retos del sector, que no son pocos y que son conocidos, en las oportunidades que nos brinda la llamada “bioeconomía”.

José Antonio La Cal Herrera es doctor Ingeniero Industrial, profesor asociado de la UJA y socio fundador de Bioliza, Spin Off de la UJA fundada en mayo de 2014.

Fotografías: Bioliza