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¿Cómo afecta la irrupción de los fondos de inversión y las family offices al sector olivícola?

¿Cómo afecta la irrupción de los fondos de inversión y las family offices al sector olivícola?

jueves 16 de junio de 2022, 12:00h

En los últimos años, la caída de la rentabilidad en la industria, el cambio en los hábitos de los consumidores y los efectos derivados de la pandemia del COVID-19 han provocado un incremento de la demanda de activos agrícolas. Una tendencia que se ha acelerado tras el impacto del virus atrayendo nuevas formas de gestión lideradas por fondos de inversión, family offices (FO) -entidades privadas dedicadas a gestionar íntegra y profesionalmente grandes patrimonios familiares con el objetivo de asegurar su transferencia entre generaciones y su continuidad en el tiempo- y otras estructuras que apuestan por integraciones verticales y horizontales. Por ello, desde Mercacei hemos preguntado a los profesionales cómo creen que afectará este nuevo modelo de negocio al mundo del olivar. Y esto es lo que nos han respondido.

José María Criado, ingeniero agrónomo y director general de Inversiones Agrícolas de Aurea Capital: El sector se enfrenta a una reconversión como la que sufrió la industria y es necesario que evolucionemos y nos adaptemos a este nuevo contexto, preparándonos y aprovechando nuestras ventajas competitivas. La concentración o incremento del tamaño de las explotaciones no supone una disminución de la fuerza de trabajo dedicada a ello. Todo lo contrario. Si la reconversión que hemos mencionado consigue el objetivo de permitir desarrollar negocios agrícolas de mayor dimensión y rentabilidad, ello provocará un crecimiento económico de las zonas rurales y una especialización de la fuerza de trabajo, devolviendo al campo la vitalidad perdida y un futuro más atractivo a la población rural. Por poner un ejemplo real, en nuestros proyectos agrícolas estamos estableciendo lazos con otros productores de la zona y con los ayuntamientos para crear escuelas taller donde se prepare a los trabajadores con las habilidades y especialización necesarias, haciéndoles más competitivos y mejorando sus expectativas laborales, y atrayendo de nuevo población al entorno rural. Esto genera la aparición de nuevos negocios como hostelería, restauración, ocio, desarrollo urbanístico, nuevos servicios, etc. Es un círculo virtuoso en el que, como inversores, somos conscientes de la enorme capacidad de influencia y responsabilidad social y ambiental que tenemos: es lo que llaman ahora la inversión con impacto, que si se realiza correctamente posee unos enormes beneficios económicos, sociales, etc. para todas las partes.

Brígido Chambra, CEO de Chambra Agraria, S.L.: La modernización del mundo del olivar es imparable y quizás sea el sector que más lo necesita, ya que es el único cultivo en el que conviven modelos de más de un siglo con otros altamente evolucionados. Hay que aclarar que los distintos modelos no son incompatibles ni se deben cuestionar las distintas calidades en los aceites producidos; la forma de gestión y la profesionalización de los fondos está provocando una apertura por parte de los agricultores a modernizarse. Sin duda, el mundo del olivar está siendo el más afectado -para bien- en esta modernización.

Alejandro Rosales, consejero delegado de Explotaciones Agrícolas Las Rozas, S.L.: Ya lo estamos viviendo. Hay que profesionalizar el sector, si bien es cierto que los recursos económicos necesarios para ello no están al alcance de todos los agricultores, lo que provoca la entrada de nuevos inversores con alto poder adquisitivo y ciertas discrepancias entre los agricultores. Las nuevas plantaciones de olivo en el mundo, la transformación del olivar tradicional, el aumento de la profesionalización gracias a la entrada de private equity y family offices, entre otras, ya están cambiando este modelo de negocio, que está pasando de ser un “extra” en términos económicos para la mayoría de las familias que poseen olivar en España a una inversión potencial para grandes fondos de inversión nacionales e internacionales.

Sin embargo, no podemos dejar de lado al agricultor tradicional que ha luchado durante toda su vida por ofrecernos un aceite de oliva de calidad, y aunque los precios actuales del aceite son mucho mejores que hace unos años, la elevada inflación que sufrimos ha provocado un encarecimiento de productos como abonos y fitosanitarios, produciendo un efecto negativo en las rentabilidades de las explotaciones agrícolas.

Manuel López, Area Manager Zona Sur en Agromillora Iberia y jefe de producto de olivo: Hay un aspecto que puede ser muy positivo, y es que con las nuevas plantaciones modernas que se están realizando la calidad del aceite de oliva es máxima. El 99% de la cosecha es recolectada antes de Navidad, dando lugar a aceites frescos y estables y producciones menos veceras. De este modo, la cantidad del lampante irá perdiendo cuota poco a poco a favor del virgen extra, lo que debería tener un efecto en el mercado, creando más estabilidad en los precios y, por tanto, en la rentabilidad del agricultor.

Por otra parte, ¿por qué esta savia nueva no puede gestionar de forma distinta la comercialización y agrupación de agricultores? Tenemos un producto único como es el AOVE que no representa más de un 2% del consumo mundial dentro de las grasas vegetales y debemos conseguir que el aceite de oliva suponga un 4-5% de las grasas vegetales consumidas en el mundo. Necesitamos hacer cosas nuevas, y seguro que estos grupos desempeñarán su papel en esto.

Luis Folque, consultor independiente de agrobusiness: En el caso del olivar creo que se puede observar el aumento de grandes explotaciones, muy profesionalizadas y con tecnologías de última generación. También se empiezan a ver pequeñas y medianas explotaciones que utilizan dichas tecnologías recurriendo a empresas de servicios, mejorando las producciones y la calidad de vida de las personas. La calidad de los productos también ha mejorado, cada vez se producen menos aceites lampantes y más vírgenes y vírgenes extra. A nivel de las empresas industriales y de servicios, se nota una creciente profesionalización con personal formado y cualificado que dará sus frutos en el futuro. Porque, al final, de lo que se trata es de lograr una mayor eficiencia y rentabilidad, y con una gestión basada en resultados y objetivos claros todo se vuelve más evidente.

Máximo Cañete, consejero de BALAM Agriculture: El olivar ha experimentado una verdadera revolución durante los últimos 25 años, tanto a nivel genético y agronómico como desde el punto de vista cualitativo, industrial y comercial. A día de hoy, nadie pone en duda la rentabilidad y ventajas que ofrece el sistema de producción en seto, y prácticamente el 90% de las nuevas plantaciones a nivel mundial se basan en este sistema productivo, aunque a nivel peninsular debemos afrontar un gran reto que no va a resultar nada fácil: su modernización y/o reconversión, sobre todo si tenemos en cuenta la tipología y características de nuestro olivar tradicional, así como sus importantes connotaciones paisajísticas, culturales y sociales.

Juan Vilar, consultor estratégico y analista agrícola internacional: Se está produciendo una modernización en la forma de trabajar y gestionar cultivos y explotaciones, además de una sofisticación en la mano de obra y una elevada demanda de ésta, que a veces resulta insuficiente. Por no hablar de una concentración parcelaria que hace que los tamaños de las explotaciones sean cada vez mayores; una creciente incorporación de nuevos países productores de aceite de oliva y aceituna de mesa; una deslocalización del cultivo a zonas no habituales; y una especialización que está potenciando el liderazgo de zonas que en el pasado no constituían una referencia en el sector y que ahora sí lo son, y aún lo serán más a medio plazo. En definitiva, han insuflado un elevado dinamismo y turbulencia al sector oleícola, que se desarrolla a una velocidad muy superior a la conocida hasta ahora, exigiendo una mayor experiencia, formación e información en su manejo y desempeño.