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Divulgar con un lenguaje nuevo y cercano

Divulgar con un lenguaje nuevo y cercano

José J. Gaforio
Catedrático de Inmunología
Universidad de Jaén

El consumo de aceite de oliva en el mundo en 2021/22 fue de unas 3,19 millones de toneladas; en 2013/14 se situó en 3,08 millones de toneladas; en los años posteriores disminuyó hasta llegar a 2,73 millones de toneladas en 2016/17; y en 2017/18 comenzó una etapa alcista hasta el presente. No obstante, vemos que poco varía en los últimos diez años, a pesar del carácter saludable de este alimento, avalado por innumerables estudios publicados en las mejores revistas científicas internacionales.

Repasando el consumo doméstico de los principales aceites vegetales en el mundo, en la campaña 2021/22 constato que el aceite de palma es el más consumido (74,25 millones de toneladas), seguido del aceite de soja (60,6 millones de t.), el aceite de colza (28,24 millones de t.), el aceite de girasol (20,51 millones de t.), el aceite de palmiste (8,58 millones de t.), el aceite de cacahuete (6,48 millones de t.), el aceite de semilla de algodón (5,06 millones de t.), el aceite de coco (3,53 millones de t.) y, por último, el aceite de oliva. De todos los anteriores, el aceite que posee un sólido aval científico como saludable es el de oliva y, sin embargo, su consumo es muy limitado. ¿Cómo es posible?

Son distintos los factores que podemos manejar, y entre ellos, creo que no se difunden adecuadamente sus propiedades saludables y, por ello, la mayoría de consumidores no tiene como primera opción este alimento.

Las autoridades competentes tampoco ayudan mucho. Pienso, por ejemplo, en el Nutri-Score, un sistema de etiquetado fallido, desde mi punto de vista, en el que aparecen mejor tratados ciertos alimentos procesados que el mismo AOVE. ¡Incomprensible! Este sistema no ayuda en absoluto a difundir las propiedades saludables de este alimento.

En 2012 se publicó en Europa una lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables, alguna de las cuales atañe a los aceites de oliva. Estas declaraciones pueden aparecer en el etiquetado de este alimento, con la supuesta intención de transmitir al consumidor sus propiedades saludables, pero, prácticamente nadie las utiliza y el motivo es que no cumplen su misión.

Un estudio realizado en España constataba que los hogares donde menos se consumían aceites de oliva eran aquellos donde había niños y adolescentes. Este es un dato preocupante pues podemos perder a los consumidores del futuro. Está claro que hay que utilizar nuevas estrategias para llegar a la población. Hay que ser innovador y hacer propuestas que se alejen de lo que hasta ahora se ha hecho con la intención de llegar a los potenciales consumidores. El pasado mes de junio, la Asociación en Defensa del AOVE (ADAOVE) celebró en Alicante el I Congreso AOVE: Cultura, Gastronomía y Salud, en el que participé como ponente y donde me concedieron el Premio ADAOVE a la Salud. Uno de los ponentes impartió una conferencia muy interesante sobre lujo, innovación e internacionalización, buscando nuevos caminos para comercializar el AOVE.

Yo mismo organicé en la Universidad Internacional de Andalucía un curso de verano con la temática del yoga, mindfulness y alimentación saludable, con el objetivo de difundir el AOVE entre los, cada vez más numerosos, seguidores de estas disciplinas. El equilibrio cuerpo/mente es un objetivo clave para mantener la salud. Y es que la pandemia provocada por el COVID-19 ha impactado en la salud mental de la población, lo que ha ayudado a visualizar la importancia de cuidarla. Ahora tenemos una gran cantidad de evidencias científicas de cómo la alimentación es clave para la salud mental. Hedonismo y salud no solo son compatibles, es que van de la mano.

Como digo, tenemos la obligación de innovar y encontrar nuevos caminos para dirigirnos a una población heterogénea, como es la que conforma la sociedad actual y conseguir divulgar eficazmente sus propiedades con un lenguaje nuevo y cercano.