La RAIF ha precisado que las cubiertas vegetales actúan como infraestructura ecológica, ofreciendo refugio, alimento y hábitat alternativo para enemigos naturales de las plagas. A su juicio, aumentan la biodiversidad funcional favoreciendo la presencia de depredadores (coccinélidos, crisópidos, sírfidos) y parasitoides (Trichogramma spp., Aphidius spp.,…) que regulan poblaciones de pulgones, trips o ácaros.
A su vez, interrumpen el ciclo de las plagas al proporcionar plantas hospedantes alternativas. Además, modifican el microclima del suelo reduciendo las oscilaciones térmicas y la humedad relativa y dificultando el desarrollo de ciertas plagas del suelo como larvas de dípteros o coleópteros. También favorecen la fauna auxiliar del suelo, como lombrices, carábidos y estafilínidos; mejorando, además, la descomposición orgánica y limitando la presencia de patógenos radiculares.
En su opinión, la implantación de una cubierta vegetal deberá ir enfocada, entre otros objetivos, al control fitosanitario de los cultivos. Para este fin, considera que se deberán elegir especies de plantas que no sean hospedantes de patógenos comunes del cultivo leñoso. Así, ha recomendado emplear especies que favorezcan la fauna auxiliar, como leguminosas (Vicia sativa, Trifolium spp., etc) y umbelíferas (Fagopyrum esculentum o Coriandrum sativum).
La cubierta vegetal se podrá instalar en calles alternas para mantener el acceso y reducir competencia hídrica. La siembra de la cubierta vegetal se realizará en otoño, entre septiembre y noviembre, con laboreo superficial para no dañar las raíces del cultivo; empleando una densidad de siembra moderada, con el fin de mantener una buena aireación y evitar exceso de humedad que favorezca enfermedades criptogámicas.
Para el mantenimiento invernal, según ha detallado la RAIF, se efectuarán siegas ligeras para evitar condensación de agua en la base del tronco, ya que son condiciones propicias para Phytophthora, Armillaria o Botrytis; así como para evitar refugios de plagas como roedores o caracoles. En concreto, aconseja realizar un monitoreo entomológico, con el objetivo de controlar poblaciones de insectos vectores ( cicadélidos, cochinillas,…) y promover enemigos naturales mediante refugios vegetales. Se deberá evitar aplicar herbicidas de contacto que reduzcan la biodiversidad o dañen organismos auxiliares.
Respecto al manejo en primavera, la RAIF ha apuntado que se deberá efectuar desbroces e incorporación de la cubierta vegetal antes de su floración para controlar vectores y equilibrar la población de insectos, evitando competencia y reduciendo la humedad relativa. En otros casos, se podrán mantener cubiertas vegetales con especies nectaríferas (Phacelia tanacetifolia, Borago officinalis) para sostener a la fauna auxiliar.
A su vez, para el control preventivo de enfermedades, recomienda mantener la ventilación en las calles, evitando excesiva humedad y fermentaciones que favorezcan la aparición de patógenos; eliminando restos vegetales húmedos y evitando la acumulación de materia orgánica en la línea de cultivo.
"Todo esto implica obtener ciertos beneficios fitosanitarios en el cultivo, como la reducción del uso de productos químicos al potenciar el control biológico natural; tener un equilibrio ecológico en el agroecosistema, disminuyendo los brotes epidémicos; una importante disminución de inóculos fúngicos debido al mejor drenaje y aireación del suelo; así como, una mayor resistencia frente a condiciones climáticas extremas y estrés biótico", ha añadido, al tiempo que ha recomendado mantener bandas libres o zonas sin cubierta cerca del tronco para reducir riesgos fúngicos; alternar cubiertas temporales y permanentes para romper ciclos de patógenos; combinar con otras prácticas de Gestión Integrada de Plagas (GIP), como trampas cromáticas, control biológico inoculativo (sueltas); y monitoreo fenológico.