Según ha informado la UCO, se ha demostrado que el suelo es uno de los mayores reservorios de carbono en los ecosistemas terrestres, ya que en el proceso de secuestro de CO2, contribuye en gran medida a reducir los gases de efector invernadero.
El doctor en Edafología y Química Agrícola ha explicado que el suelo del olivar mediterráneo tiene una enorme capacidad para secuestrar carbono, ya que, durante muchos años, se han empleado malas prácticas que han conllevado la pérdida de CO2, como el laboreo convencional o el no laboreo a base de herbicidas.
A su juicio, eso ha derivado en que se haya encontrado muy poco carbono estabilizado en suelo en las parcelas de Jaén donde se ha llevado a cabo el estudio, por lo que actualmente existe una gran capacidad de almacenamiento en esta zona. “Son suelos que tienen un gran potencial, porque existe mucha disponibilidad de almacenamiento, lo cual da la oportunidad de secuestrar carbono y hacer que permanezca, con las prácticas agrícolas adecuadas”, ha precisado González.
Entre los manejos estudiados que ayudan a la captación de carbono se encuentra la introducción de cubiertas vegetales entre las calles del olivar que, además, previenen la erosión del suelo, algo que se dibuja como uno de los principales problemas de los olivares andaluces. El investigador de la UCO ha indicado que, anualmente, se pierden en estos cultivos cantidades por encima de las 10 toneladas de suelo por hectárea y año, especialmente altas cuando se aplican prácticas de no laboreo y suelo desnudo con herbicidas. “Esto podría revertirse con la implementación de cubiertas, ya que la erosión podría llegar a reducirse enormemente”, ha añadido.
Por ello, el investigador ha considerado casi “obligatorio” un cambio de manejo que implique la inclusión de cubiertas vegetales, que aumentan también la productividad y propician la regeneración de las propiedades del suelo mejorándolas. En el extremo opuesto, ha afirmado que las prácticas de laboreo convencional y no laboreo con suelo desnudo son insostenibles para conseguir objetivos como los de la iniciativa "4 por 1.000", que propone un incremento de carbono en el suelo de un 0,4% en los primeros 40 cm. del suelo.
Sin embargo, su tesis ha ido un paso más allá estudiando no sólo esta capa superior sino también los demás estratos del suelo. De esta manera, ha asegurado que es "muy relevante" tener en cuenta el horizonte profundo en el almacenamiento de carbono ya que los efectos varían. “Analizamos perfiles completos de hasta 120 cm. de profundidad y vimos que se almacenaba casi el 50% de carbono en esas capas inferiores”, ha explicado el investigador, al tiempo que ha indicado que si sólo se hubieran quedado con los primeros 40 cm. “los cambios no habrían sido significativos”.
De hecho, varía el resultado incluso dentro de la misma parcela, en cuestión de la profundidad a la que se haga referencia. Por ello, cree que es importante estudiar la manera en la que el carbono no sólo se almacena, sino también en la que se mantiene en profundidad, ya que dependiendo de la fracción del suelo en la que se encuentre el carbono tendrá una mayor o menor estabilidad.