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Salud, mercado, conocimiento y consumo: algunas reflexiones en torno a los aceites de oliva

Salud, mercado, conocimiento y consumo: algunas reflexiones en torno a los aceites de oliva

jueves 27 de julio de 2023, 12:27h

El consumo mundial de aceites de oliva se ha duplicado en las últimas tres décadas -de 1,5 millones de toneladas a más de 3 millones- y los efectos positivos para la salud humana se antojan como el factor más decisivo para explicar esta sobresaliente expansión de la demanda mundial. Por ello, el conocimiento acerca de las bondades saludables de estas grasas frente al resto de competidoras debería ser un elemento clave en la diferenciación de la oferta por parte de los agentes de la cadena de valor -productores, envasadores y distribuidores-.

A pesar de que en los últimos años la ciencia ha evidenciado múltiples propiedades beneficiosas en la salud humana del consumo de aceites de oliva en general y de vírgenes extra en particular -tal y como han recogido las principales revistas científicas de alto impacto-, comunicar tales efectos de forma eficiente a los consumidores finales no es una tarea fácil.

En este contexto, resulta sorprendente que los operadores de la cadena de valor de los aceites de oliva no puedan incluir de forma nítida y directa -y no de la forma tan poco comprensible que ampara la actual legislación- dichas “declaraciones saludables”. Veamos. La Food and Drug Administration (FDA) estadounidense permite publicar en el etiquetado la siguiente afirmación: “La evidencia científica sugiere que la ingesta diaria de aproximadamente dos cucharadas (23 grs.) de aceite de oliva puede reducir el riesgo de contraer una enfermedad coronaria debido a la grasa monoinsaturada presente en el aceite de oliva. Para alcanzar este posible beneficio, el aceite de oliva debe sustituir a una cantidad similar de grasa saturada y no incrementar el número total de calorías que se ingieren por día”. Parece evidente que este párrafo debería sustituirse por otro algo más cercano al consumidor, pero tal licencia no está permitida.

La sorpresa se transforma en indignación cuando a otras empresas se les permite trasladar abiertamente el mensaje “disminuye el colesterol” a sus productos. La pregunta es por qué no a los aceites de oliva. La respuesta no puede ser otra que depende de quienes sean los oferentes. Hay empresas fuertes, multinacionales poderosas que consiguen estas declaraciones saludables. Y existe todo un sector absolutamente ninguneado al que no se escucha, e incluso se le sanciona porque en las páginas web de sus empresas se hace alusión a estos efectos positivos para la salud.

Pero lo peor no es que se ignore al sector -algo ya preocupante de por sí-, sino que se escamotee a los consumidores una información clave para que adopten una alimentación saludable. Y en esto aparece el famoso Nutri-Score que, en lugar de procurar una alimentación saludable, más bien consigue el efecto contrario. Muy triste. Y estos son sólo dos ejemplos que, sin duda, constituyen auténticos retos para un sector que, de una vez por todas -y a ser posible de forma coordinada y conjunta-, debe alzar la voz, porque es mucho lo que está en juego.

Conocimiento y consumo de AOVE

Es algo contrastado que un mayor conocimiento sobre los distintos aceites de oliva y sus características diferenciadoras impulsan el consumo de AOVE. Sin embargo, en muchos países -incluido España- los consumidores desconocen los atributos que diferencian a las tres categorías de aceites de oliva que pueden encontrarse en el mercado: aceite de oliva virgen extra, aceite de oliva virgen y aceite de oliva.

En un reciente estudio realizado por la Universidad de Jaén, el 45,7% de los entrevistados afirmaba que era cierto que el “aceite de oliva” era puro zumo de la aceituna, mientras que el 15% no lo sabía; el 50% manifestó que la acidez es el principal factor diferenciador entre calidades; y el 33,5% decía que era falso que el “aceite de oliva” sea una mezcla, mientas el 36,1% lo desconocía.

Pero, ¿por qué en España, principal productor mundial, los consumidores no saben distinguir entre estos tres tipos de aceites? Para hallar la respuesta debemos tener claro, en primer lugar, que la política de denominaciones seguida en España, en el Consejo Oleícola Internacional (COI) y en la Unión Europea es errática, contribuyendo más a la confusión del consumidor que a dotarlo de un conocimiento que le hiciese soberano en su toma de decisiones. El hecho de que uno de los aceites de oliva se llame precisamente aceite de oliva confirma esta hipótesis. Por eso, un buen comienzo es que no hablemos del sector del aceite de oliva, sino del de los aceites de oliva.

A esta confusión ayudan, en segundo lugar, las campañas de comunicación y promoción de los aceites de oliva. En efecto, bajo la tesis de que todo lo que lleve la palabra oliva es excepcional y, por lo tanto, hay que defenderlo y promocionarlo, los consumidores se encuentran ante estos tres aceites de oliva -sin olvidar el aceite de orujo de oliva- y, lógicamente, muchas veces adquieren el más barato.

En un contexto tan desfavorable como el actual, el hecho de que el AOVE siga su tendencia creciente -en los mercados en general y en el español en particular- demuestra dos cosas: primero, que cuando los consumidores aprenden algo acerca de este maravilloso producto, optan por consumir AOVE; y segundo, que el mantra de que la calidad no se paga no está corroborado por los datos, ya que el consumidor informado paga la calidad.

¿Qué hacer entonces? Campañas claras y nítidas que apuesten por aumentar el conocimiento del consumidor acerca de los aceites de oliva, y utilizar atajos para lograr tal fin. Por ejemplo, algo que vengo demandando desde hace más de dos décadas: que el AOVE se acompañe de cinco aceitunas o estrellas; el aceite de oliva virgen, de cuatro; y el aceite de oliva, de tres. Puesto que no es necesario ser un experto en cualidades organolépticas para inferir que cinco es mejor que cuatro y que cuatro es mejor que tres, esta sería una buena solución, habida cuenta que la mejor, el cambio de denominaciones, se antoja una utopía, considerando los intereses de los oferentes.

Una vez más descubrimos que se legisla a favor de la oferta y no de la demanda, lo que constituye otra paradoja porque, al final, es la demanda la que decide si un sector, un producto o una marca sobrevive o no en el mercado. Pero ya sabemos que el sector de los aceites de oliva, pese a su evolución y progreso innegable, sigue estando más orientado a la producción y al producto que al mercado.

Por Manuel Parras Rosa, catedrático de Comercialización e Investigación de Mercados de la Universidad de Jaén; y director de la Cátedra Caja Rural de Jaén José Luis García Lomas-Hernández de Economía, Comercialización y Cooperativismo Oleícola para la Guía EVOOLEUM 2023.